La ceguera política, la estulticia de los Rivera y Arrimadas y el oportunismo rastrero de algunos otros, entre ellos el rey de los chiringuitos —abandonando a su grupo parlamentario en las Corts Valencianes por cuarenta denarios capitalinos— han abocado a lo que pudo ser y no es, el partido político Ciudadanos, con su reciente desaparición institucional en la Cámara autonómica de Andalucía, el 19-J, como clarísimo preludio de su definitivo entierro para los próximos comicios mayo 2023, en la Comunitat Valenciana.

Y creo, sinceramente, que ante la irresponsabilidad manifiesta de sus dirigentes está la siempre ponderada responsabilidad de sus votantes. Votantes que, sin duda, con un sentimiento centrista —incluso cercano a la socialdemocracia, como fueron sus principios— han visto estupefactos que esos sentimientos han sido machacados, pulverizados sistemáticamente, como aquí en nuestra Comunitat, compitiendo en la parrilla de salida, con actitudes más que reprobables, con la derecha y ultraderecha que, manifiestamente, siguen defendiendo los intereses de los más poderosos con las privatizaciones de la sanidad pública o las ITV, por poner un ejemplo, en contra de las clases medias —empobrecidas por el PP en los gobiernos corruptos de Mariano Rajoy— o contra la clase trabajadora a la que le arrebataron todos los derechos laborales conseguidos tras años y años de justas reivindicaciones.

Pero el centrismo es otra cosa. El centrismo es moderación, capacidad de diálogo, de apoyo a aquellas políticas más beneficiosas para los ciudadanos aquí y acullá. Por eso, digo, mantengo, que en la Comunitat Valenciana ha llegado la hora de que los militantes, simpatizantes y votantes de Ciudadanos miren hacia las políticas (las multipolíticas) desplegadas por Ximo Puig desde que está al frente del Consell, liderando los dos Botànics, en los que ha conseguido regenerar la deteriorada imagen externa e interna de nuestra Comunitat, algo esencial para devolver la confianza en nuestros mercados.

Fundamental para poder avanzar en la normalidad presente pero con la vista puesta en un futuro encarado con mucho optimismo, como es la mejora de los datos de empleo —con récord histórico de afiliaciones a la Seguridad Social—; el aumento y fortaleza de nuestras exportaciones a pesar de la invasión de Ucrania por Putin; la confianza de los inversores, como la gigafactoría de baterías eléctricas que Volkswagen ya anunció para Sagunto; la muy cercana decisión de Ford —básica para la economía valenciana— de continuar en Almussafes para la fabricación de vehículos eléctricos, lo que nos convierte, en palabras del president de la Generalitat «en un referente europeo de la nueva automoción»; no olvidemos tampoco, porque la memoria es flaca, los 1.500 millones de euros que Renfe adjudicó a Alstom España (Albuixech) para fabricación de trenes y garantizar 15 años de mantenimientos… Esto supone la creación de decenas de miles de puestos de trabajo directos e indirectos, así como la reactivación de la actividad autónoma.

Quiero decir que todo lo narrado se consigue con la confianza que Ximo Puig ha sabido transmitir, en base al diálogo, a los agentes sociales y empresariales, así como a la sociedad civil valenciana, compartiendo y consensuando muchas de las políticas económicas y laborales emprendidas por el Consell. Y todo ello sin renunciar a los principios de la socialdemocracia o socialismo: la libertad, la fraternidad, la solidaridad y la defensa a ultranza de los más vulnerables. La convivencia política entre la moderación y las políticas radicales de alcance social ha sido y es el gran éxito de la gobernanza de Ximo Puig, reconocida allende nuestros lindes.

Por eso, mi llamamiento a los votantes huérfanos de Ciudadanos: no solo para que presten su atención y sigan las políticas de Ximo Puig, sino para que vayan preparando su voto (mayo del 23) para quien sin duda, en políticas globales para la Comunitat Valenciana, ha sido, es, el mejor president de la Generalitat de los últimos años. ¿Y por qué no le pueden votar hasta simpatizantes moderados del PP?