En qué solar ideológico ha acabado Amando de Miguel, sociólogo admirado por progresistas y nacionalistas -el propio Joan Fuster- durante su estancia como catedrático en Valencia, allá por la misma época en la que mandó editar Sociología del franquismo, volumen que fascinó a esa misma clientela? Muy fácil. En la Fundación para la Defensa de la Nación Española, junto a Jon Juaristi. El nombre parece entresacado de la preguerra civil o vomitado por Blas Piñar. Ayer se presentó la Fundación, de suspiros carpetovetónicos terroríficos. ¿La vida? No sé si será la vida, pero De Miguel da charlas a cargo de la Generalitat -y cobra, claro- sobre... ¡el agua!

- Delitos impunes. Nunca se han sentado en el banquillo de los acusados, que uno recuerde, los autores de ataques y atentados contra espacios culturales, intelectuales de labores cívicas y críticas y determinadas manifestaciones artísticas. Y no han sido ni uno ni dos los asaltos -y algún intento de homicidio- desde la acalorada pretransición hasta nuestros días. A los delincuentes comunes se les detiene con más facilidad. No es una valoración, sino una constatación verificable. Hagan números. Apuesto a que los encapuchados que destruyeron la librería Tres i Quatre permanecerán en el anonimato por los siglos de los siglos.

- Renace una sala. La sala Parpalló es intermitente. Aparece y desaparece. O mejor, la eliminaron y ahora resucita. En el empeño está Vicente Ferrer, diputado de Cultura. Ese escenario, en su momento dirigido por Artur Heras, llenó un vacío cósmico en las alternativas institucionales del ramo, sólo sombreado por las galerías de arte privadas. La Parpalló catapultó hacia la galaxia artística a bastante personal, aunque la estrella que más luce es la de Vicent Todolí, director de la Tate Modern. Bien. La pregunta es: ¿hay público para tanta oferta, tantos museos y tantas salas ancladas en el callejero de Valencia? Al final, habrá que creerse el empuje de la industria del ocio...