Las 36 cajas rurales valencianas volvieron a acreditar su solidez durante el pasado año tras incrementar sus beneficios conjuntos un 19% y mejorar también de modo sensible sus principales magnitudes. Sin embargo, la bondad de los resultados no puede llevar a sus gestores a bajar la guardia puesto que este tipo de cooperativas de crédito no es inmune a las incertidumbres financieras que sacuden el mercado y que, básicamente, tiene su origen en la desaceleración del mercado inmobiliario. Algunos síntomas, como el ligero incremento de la morosidad que han sufrido las rurales durante el último curso, junto a la decisión de aumentar la dotaciones para el fondo de insolvencia, constituyen una prueba inequívoca de tal coyuntura.

En cualquier caso, las rurales parecen menos expuestas que otras entidades financieras a las oscilaciones que puedan producirse en el ámbito de la construcción porque su cartera crediticia está más diversificada. Además, y aún sin perder nunca de vista el capítulo financiero como elemento básico de su razón de ser, hay que tener en cuenta que el fuerte arraigo con su propio territorio y sus habitantes que caracteriza a estas entidades supone un elemento dinamizador de primer orden de las economías locales. Esa razón, unida a los elevados ratios de eficacia y al buen servicio, ha permitido a la mayor parte de esta clase de cooperativas de crédito mantener el tipo dentro de un mercado muy competido. Los resultados obtenidos avalan, una vez más, su trayectoria.