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Leire Pajín es rotunda cuando habla de la crisis económica y su posible efecto electoral: «Un ciudadano, cuando atraviesa un mal momento, a quien mira es a su Gobierno. Y las personas que más exigentes se muestran son las que peor lo están pasando».

A dos años para las próximas elecciones generales, salvo adelanto forzoso, ¿a quién interesa más abrir el debate sobre la sucesión de Zapatero, al PP o a ex dirigentes socialistas como Leguina e incluso a barones de su partido?

Es curioso, porque ese debate no existe en el PSOE. No hay ni un solo cuadro en el partido que esté pensando que vaya a haber otro candidato que no sea el actual presidente del Gobierno. Además, no nos ocupa este debate porque quedan dos años y mucho trabajo por delante.

En su momento, la renuncia de Aznar a repetir como candidato tras ocho años como presidente del Gobierno tuvo buena acogida tanto en las filas socialistas como en las populares. ¿Sería conveniente también que Zapatero diera paso al relevo una vez superada esta segunda legislatura?

Soy de las que pienso que este tipo de decisiones no pueden ser matemáticas. Dependen de los liderazgos. Y el liderazgo depende del vigor del proyecto y de la empatía que siga manteniendo una persona a la hora de encabezar ese proyecto político. Hablamos de una segunda legislatura en la que hemos tenido aún más mayoría que en la anterior, en la que tenemos por delante un ambicioso proyecto que cumplir, que desarrollar, y por tanto queda mucho que hacer y mucho que dar.

¿Cree que el PSOE no acusa ese desgaste que, sin embargo, parece que sí se manifiesta en algunas encuestas que dan ahora ganador al PP?

Es una obligación de cualquier partido, y sobre todo de la Secretaría de Organización, estar muy atentos a las encuestas para saber lo que opinan los ciudadanos en cada momento y esforzarnos todavía más en acercarnos a la gente y explicar mejor las políticas cuando los ciudadanos son especialmente exigentes. Estamos en un momento difícil en el país, pero no somos el único. Un ciudadano, cuando atraviesa un mal momento, a quien mira es a su Gobierno. Y las personas que más exigentes se muestran, en nuestro caso con el Partido Socialista, son las que peor lo están pasando.

¿Hasta qué punto cree que influye en esas encuestas el descrédito que arrastran los políticos?

Cuando una encuesta dice que los políticos somos un problema tenemos que tomar muy buena nota, desde luego. Y creo que éste ha sido un año especialmente malo para contribuir a un servicio público absolutamente noble, en el que creo profundamente. Y ha sido malo en mi opinión por dos razones. Una, porque es cierto que cuando los ciudadanos tienen problemas de índole económica y no ven una solución al momento, creen que la política no les está resolviendo su problema. En segundo lugar, hemos vivido un año y medio de casos de corrupción absolutos, donde ha habido quien, además, ha intentado poner el ventilador y hacer creer que todos los políticos somos iguales, algo que yo niego rotundamente.

¿Le preocupa el escaso entusiasmo despertado por el estreno de Zapatero en Estrasburgo y las críticas que ha recibido de los sectores más conservadores?

Valoro muy positivamente la actitud de los populares españoles en Europa, que pone de manifiesto un sentimiento de país que nos gustaría poder ver en España cada día. Queremos una Europa social construida en torno a pactos sociales. Y eso es lógico que reciba críticas de los sectores más derechistas. Ni la ambición social ni la construcción de una Europa más justa está en los programas de los partidos de derechas. En eso nos diferenciamos claramente.

¿Ve más cercano un gran pacto europeo que un acuerdo con el PP en España con el mismo objetivo, salir de la crisis?

En España tenemos un pacto fundamental: el diálogo social que se acaba de retomar con la convicción de que hay que hacer reformas para conseguir lo que más nos preocupa: la recuperación del empleo. Ese diálogo pone de manifiesto la voluntad que tiene la mayoría del país de arrimar el hombro y sumar esfuerzos como mejor garantía para salir de la crisis. Desde el PSOE vamos a seguir tendiendo la mano, una y otra vez, al PP, aunque le aseguro que no tengo muchas esperanzas.

El denominado «efecto Obama» vive sus horas más bajas desde su elección, hace un año. ¿Qué cree que se ha perdido de «efecto Zapatero» en estos seis años?

Creo que a Obama hay que darle tiempo. En un año uno no puede cambiar un proyecto político tan ambicioso como el que él comprometió ante Estados Unidos y ante el mundo. En cuanto al proyecto político que lidera Zapatero, sigue siendo el mayoritario en la sociedad. Pero, insisto, estamos en un momento en el que el contexto económico y el sentir de los ciudadanos que peor lo están pasando puede desdibujar ese proyecto político.

La secretaria general del PP ha retomado recientemente la definición ideológica de centro-derecha, echando por tierra el esfuerzo de los populares durante los últimos años para centrarse más. En este momento, ¿ese centro puede ser un espacio muy apetecible para el PSOE?

Lo que hay que tener es vocación de mayoría. El PSOE es un partido de izquierdas, no tiene complejos en decirlo y, a partir de ahí, ha sido capaz de demostrar que gobierna para la mayoría y ha sido capaz de tener apoyos no sólo en el electorado tradicional socialista, sino entre un amplio espectro de la sociedad española. Ese sigue siendo nuestro objetivo: gobernar para la mayoría y transformar este país.

El vicesecretario general del PSOE, José Blanco, admite que existe una incongruencia en la Ley de Extranjería cuando se obliga al ayuntamiento a empadronar a inmigrantes ilegales y, al mismo tiempo, se establece su expulsión por esa causa. ¿Será necesaria una reforma?

Lo que es una incongruencia es aprobar una norma hace unos años y después decir lo contrario. La norma de empadronar a los inmigrantes, con independencia de su condición legal, la aprobó el señor Rajoy que ahora reniega de ella. Lo que es una incongruencia es que hace dos meses, cuando se debatió sobre la reforma de la Ley de Extranjería, el PP no propusiera nada de lo que ahora está diciendo que hay que hacer. Y lo que es una incongruencia, sobre todo, es intentar generar un problema donde ahora no existe.

¿Piensa que se puede estar contribuyendo a fomentar actitudes xenófobas?

Hay mensajes y frases que hemos escuchado estos días que se acercan más a determinados políticos de extrema derecha de Europa que al sentir mayoritario de los españoles, clarísimamente.

¿Está preocupada por el riesgo que para el Pacto Educativo puedan tener propuestas del PP como la reducción de la ESO y el aumento del bachillerato o las que aluden a la FP como una opción de segunda?

Quiero confiar en que, aunque sólo sea por esta vez, el Partido Popular sabrá estar a la altura. Porque soy de las que pienso, quizá por mi cercanía a ese mundo educativo, soy hija, nieta y sobrina de maestros, que merece mucho la pena que, de una vez por todas, cumplamos con uno de los sentimientos seguramente más unánimes que hay en la sociedad española: Tener un marco educativo general, que no cambie cada cuatro años y que aúne unos principios básicos comunes.

Entre los líderes socialistas, la ubicación de los almacenes de residuos nucleares ha provocado fuertes discrepancias, como ha ocurrido en Castilla La Mancha con las críticas al ministro de Industria, Miguel Sebastián. ¿Le preocupa lo que está sucediendo?

La contradicción está en el PP, que se muestra a favor de las nucleares en España y ha reprochado el cierre de Garoña a Zapatero una y otra vez, mientras la señora De Cospedal ha amenazado a sus concejales con que, si se posicionan a favor de la instalación de un almacén de residuos en Yebra tomará medidas. En lo que se refiere a la ubicación de los almacenes de residuos, lo que hemos dicho es que el Gobierno los colocará en aquellos ayuntamientos que manifiesten su interés por razones económicas o de desarrollo.

¿Defiende una reforma eficaz del Senado para que funcione verdaderamente como una cámara territorial?

Absolutamente. De hecho, el PSOE ha puesto encima de la mesa esa reforma para que realmente sea una cámara territorial, una cámara autonómica que aborde los temas de una España descentralizada y plural como es la nuestra. Es evidente que esa reforma no se puede hacer sin consenso y, especialmente, sin el consenso del partido mayoritario de la oposición, que hasta ahora ha demostrado poca voluntad o pocas ganas de que eso se aborde.

Asumió la Secretaría de Organización, que suele conllevar el papel de azote de la oposición. Quizás por ser mujer y joven, ¿ha sido un blanco fácil para determinadas ópticas más machistas o más conservadoras?

No tengo ninguna duda. Y es bueno que lo digamos para denunciar una situación que sigue existiendo en nuestro país. Este país ha cambiado tremendamente en los últimos treinta años. De la generación de mi madre o de mi abuela a la mía hay, evidentemente, un abismo gracias a las políticas de igualdad y progresistas. Ahora bien, es más que evidente que se sigue juzgando doblemente a una mujer que a un hombre, que siempre hay una especie de estereotipo de tener que demostrar doblemente lo que una vale y, sobre todo, se nos sigue juzgando por cosas ajenas a nuestro trabajo, a lo que decimos o proponemos: por nuestra vestimenta o por nuestra forma de actuar. Y yo me rebelo contra eso.

¿Está cómoda en ese escaño del Senado en el que por fin se ha podido sentar a pesar de las trabas del PP?

Siempre vi esta batalla no como un acto personal, sino como una batalla democrática, porque ese escaño no se lo secuestraban a Leire Pajín. Se lo secuestraban, en primer lugar, a la Cámara Alta y, en segundo lugar, a los ciudadanos valencianos. Ha sido inadmisible lo que ha sucedido en estos siete meses. Espero que sea un momento de la historia que no se vuelva jamás a repetir. A partir de ahí, estoy absolutamente cómoda en el Senado.