Una metáfora entre la lucha que hacen los bomberos al volver al lugar de un siniestro que les marcó en su carrera y en su memoria, y la batalla que viven día a día los pacientes oncológicos para superar la enfermedad. Este era el propósito del calendario solidario titulado «Bombers. Cap, Cor i Coratge», promovido por la oenegé Cris Contra el Cáncer para ayudar a la investigación del Sarcoma de Ewing, un tumor que afecta sobre todo a niños y adolescentes.

El almanaque para 2018, que está a la venta en los parques de Gandia, Oliva y Cullera, ha contado con la colaboración desinteresada por una parte del Consorcio Provincial de Bomberos, y por otra de las fotógrafas que los retrataron en esas circunstancias, pertenecientes al colectivo Dones Fotoperiodistes de València, además de un buen número de colaboradores y financiadores.

En esta noble iniciativa, de la que informó en su presentación Levante-EMV, participan tres bomberos de la Safor que trabajan en el parque de Gandia: Pere Barber, natural de Villalonga; Vicent Lluís Ribes, de Potries; y el olivense José Vicente Peiró. También aparece en el calendario Marcelino Valls, cabo de Cullera, que ejerce en el parque de esta ciudad. Los promotores del proyecto querían evitar el típico calendario de bomberos con posados sensuales, para abordar esta realidad, mucho más compleja. El calendario es muy respetuoso con las víctimas, a las que no se identifica en los textos, e incluso se omiten deliberadamente detalles sobre lugares de los hechos.

«La gente se piensa que los bomberos somos de otra pasta o estamos vacunados contra las tragedias que vemos, pero no es así, también nos cuesta superarlas», afirma José Vicente. A sus 52 años y con más de 30 de servicio no ha podido olvidar el rescate que hizo hace 25 años, al poco de ganar las oposiciones, de un niño de dos años en los últimos metros del río Molinell. Sus conocimientos de buceo -es uno de los pocos especialistas del Consorcio Provincial- le valieron para la búsqueda, aunque desgraciadamente lo sacó ya ahogado en presencia de sus familiares. También la tragedia de un niño le marcó a Vicent Lluís, de 54 años. Ayudó en un accidente de tráfico en una carretera junto a su pueblo, un siniestro que le costó la vida a un menor. Los efectivos del Consorcio intervienen cada día en al menos dos accidentes de tráfico y excarcelan a una persona atrapada cada dos jornadas. «Hubo épocas duras a finales de los 80 y también en los años 90 en la Ribera con la ruta del bakalao, si trabajabas en fin de semana sabías que te iba a tocar un accidente de tráfico», apunta.

Pere Barber (58) todavía recuerda en su cuerpo la onda expansiva de la explosión controlada del coche bomba que puso ETA en la playa de Gandia, junto al hotel Riviera, el 18 de marzo de 2001. El vehículo iba cargado con 50 kilos de explosivos y causó daños materiales en dos edificios y 20 coches. Tras la actuación de los TEDAX los bomberos entraron a la zona para evaluar los daños y él fue, como se dice en el argot, el «punta de lanza»: «No sabíamos que íbamos a encontrarnos, incluso nos explotó un coche, tal cual vemos en las películas».

A Marcelino el servicio que más le marcó fue el atropello de un coche por un tren que realizaba el trayecto Cullera-Gandia, hace unos cinco años. La sorpresa vino cuando llegó y comprobó que quien viajaba en el vehículo arrollado era su propio padre. Sus compañeros le apartaron del servicio. Hoy, Marcelino ya es capaz de pasear por el lugar del siniestro. Y ese es el mensaje que quiere lanzar este calendario: que el ser humano tiene una capacidad infinita para superar las adversidades y los golpes que nos da la vida.