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Hacer una vida normal como ir a trabajar, hacer la compra, practicar deporte o realizar un viaje son para una gran parte de la población un lujo que ahora se puede permitir gracias a los trasplantes. Miles de personas en el mundo esperan el órgano que pueda suplantar el suyo enfermo y aumentar su calidad de vida. Pero para hablar de trasplantes también hay que hablar de donantes. Personas que terminan su vida de manera brusca y violenta. Es la cara más oscura del proceso y sin ellos no sería posible hablar de trasplante.

Rafael Matesanz, director de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), asegura que "cualquier parte de la sanidad se puede hacer invirtiendo más dinero en médicos, enfermeras o investigación, pero realmente lo único que no se puede hacer sin la contribución de otra persona que haya donado sus órganos es el trasplante".

La enfermera Purificación Gironés, coordinadora de la Unidad de Trasplantes de La Fe, afirma que el momento más duro es el de notificar el fallecimiento a la familia: "Están rotos por el dolor y les parece una experiencia insuperable, pero ése es el único momento para realizar la petición, ya que el tiempo del que se dispone para formalizar la donación y comenzar la extracción es muy limitado. No pueden decirte: mañana le contestaré".

Actualmente, son muchas las familias que, a pesar de este mal trago, aceptan la opción de donar. Ahí comienza un largo camino que salvará la vida a alguien.

Confirmar la defunción

El proceso del trasplante comienza cuando se diagnostica la muerte de una persona. Para poder ser donante, la causa de la defunción debe ser muerte cerebral, el resto de órganos deben estar en perfecto estado. Tras varias pruebas que confirman la defunción, los médicos expiden el correspondiente certificado e informan a la familia del fallecimiento. Por entonces el equipo de Coordinación de Trasplantes es avisado y se valora al fallecido como posible donante.

Poco tiempo después comienza la entrevista con la familia para solicitar los órganos. "Éste es el momento de decidir. Vamos de dos en dos, de manera que mientras uno tranquiliza a la familia, el otro plantea la posibilidad de donar los órganos y debe hacerlo con mucha delicadeza, sin transmitir la prisa que en realidad tenemos" comenta Gironés.

"Seguramente si comunicáramos la defunción y a los dos días pidiéramos el órgano las cosas serían muy diferentes, pero no hay otro momento, es una carrera contrarreloj y los órganos que pueden salvar la vida a alguien se van estropeando". En muchas ocasiones la familia no acepta donar los órganos.

En algunos casos porque no esperaba la muerte del fallecido o no sabe cuál es la voluntad del difunto. Es complicado hablar de la donación de órganos en vida porque "hace referencia a algo que haremos cuando estemos muertos y eso no es agradable" asegura Rafael Matesanz que destaca que, "donar representa el acto supremo de generosidad que se puede hacer, no se puede dar más que la vida".

Si finalmente la familia consiente la donación, el cadáver es vigilado constantemente para asegurar la viabilidad de sus órganos hasta el momento de iniciar la extracción.Desde el hospital se manda el certificado de defunción al Juzgado de Guardia y se solicita el permiso de extracción y se informa a la ONT.

A partir de ahí, el tiempo siguiente es dedicado a buscar un posible receptor de esos órganos, que nada más recibir la llamada deberá acudir al hospital para que en el momento de extracción esté en condiciones de entrar en el quirófano para iniciar el trasplante.

Al finalizar la extracción se comunica a la familia del fallecido y se traslada el cuerpo al tanatorio.

Donante y receptor deben ser compatibles para evitar el rechazo. En los trasplantes de riñón se exige compatibilidad de grupo sanguíneo y la máxima compatibilidad inmunológica y para los trasplantes de hígado, corazón y pulmón los criterios principales son el grupo sanguíneo y el tamaño del órgano.

Entre los posibles receptores compatibles el último factor que determina para quien será el órgano es el tiempo en lista de espera.La cara amable del proceso es que al otro lado del teléfono siempre hay una persona que recibe la noticia con mucha alegría, ya que por desgracia la demanda supera la oferta y las listas de espera son muy largas.

La familia del donante puede recibir información de la evolución de los receptores si lo requiere, manteniendo el anonimato del mismo.Estas condiciones son muy restrictivas a causa de que el número de órganos es muy limitado, pero se da preferencia a aquellos casos que sean urgentes.

"El proceso de donación cada vez es más complicado. La gente ya no muere tanto en la carretera, una vez llegan al hospital o se salva o no se muere por muerte cerebral, de manera que el número de donantes disminuye, por lo que cada vez más hay que pensarse muy bien a quién dar el órgano porque cuando se los das a uno se lo estás quitando a otro", indica Gironés.

Una vez analizados los criterios se llama a la persona escogida que acudirá al hospital de inmediato. Como Rafael Matesanz asegura, le cambiará la vida. "Se les mueve todo. Hay muchos nervios y a la vez mucha alegría. Es una mezcla de todo".

Los receptores viven con la maleta hecha, esperando que suene el teléfono que les informe que hay un órgano sano para ellos y esta llamada puede ser en cualquier momento.