­Justo cuando una «colla» de «tabalets i doçaines», que a duras penas intentaba guarecerse de la lluvia bajo el voladizo de la iglesia de los Santos Juanes, comenzaban a tocar «La manta al coll» paraba frente a la Llotja el coche de los Príncipes de Asturias. Desde ese momento todo el mundo dejó de preocuparse si los pobres músicos se mojaban o no.

Las decenas de valencianos que desde más de una hora antes, sobre todo mujeres, soportaban impertérritamente el agua, rompieron en aplausos y vivas nada más la pareja real se apeó de la limusina. «¡Mira, mira que rubia está, se ha hecho mechas y reflejos!», decía una mujer de edad indefinida, mientras otra le respondía, «de embarazada nada, ¿has visto qué delgada está?» Ajena al cotilleo, la melena de Doña Letizia se sometía a los caprichos de Eolo. «Nunca ha tenido el pelo tan largo, ni siquiera cuando se prometió», opinaba otra experta en las revistas del corazón.

La princesa de moda

Conscientes de que la princesa de moda marca estilo, del peinado se pasó al vestido. Una americana de ante «sport» de color chocolate, con bolso a juego, un pantalón de talle alto con vuelta en el bajo y un zapato abotinado con cordones y de considerable tacón le conferían un cierto aire de ejecutiva urbana a Doña Letizia, que contrarrestaba este toque masculino con una blusa de seda gris plata, un fular y un collar de cuentas. El escote en «v» de la blusa, muy pronunciado, también estuvo en la «comidilla» de los corrillos posteriores al acto de entrega de los Premios Jaume I de investigación que presidieron.