«Viniendo de Valencia puedes acabar donde quieras, aquí la gente está muy bien preparada. Pero hace falta un empujón...». Así se expresaba ayer el neurocientífico valenciano José Miguel Carmena, experto en el campo de la biónica y las neurociencias. A sus 42 años, Carmena es profesor e investigador en la Universidad de California-Berkeley. Ayer ofreció un coloquio en la Ciudad de la Innovación de la Universitat Politècnica de Valencia para explicar los últimos avances en sus indagaciones, centradas en la ingeniería neural y la interconexión del cerebro humano y las máquinas.

Sin embargo, también mostró su deseo de que las instituciones universitarias sepan «vender mejor» la formación de los científicos en el extranjero, con la idea de que vuelvan después. «Me gustaría ver más gente de nuestras universidades formándose en el extranjero porque a los que he conocido que han salido les ha ido muy bien. Haría mucho bien que luego volvieran preparados para seguir impulsando aquí el ámbito de la investigación, el desarrollo y la innovación», subrayó Carmena, quien apostilló que le da «coraje» ver cómo otros países del mundo están «metiendo a sus científicos que se están formando muy bien».

Carmena está investigando el uso eficaz de la tecnología en el cerebro para aliviar síntomas de enfermedades específicas de salud mental, como el párkinson, o gente con discapacidades motoras, sensoriales y cognitivas.

Los «cuellos de botella» de su investigación

El equipo de Carmena está desarrollando una serie de implantaciones en el cerebro «para aliviar y curar ciertas enfermedades». En el caso del párkinson, Carmena reveló que ya hay electroestimuladores que menguan el efecto de los temblores. En este sentido, el científico valenciano quiso señalar que hay «dos cuellos de botella» que están ralentizando la aplicación práctica de estos avances. Por un lado, existe un problema con la «viabilidad» de los implantes, es decir, que estén preparados para funcionar durante décadas y no sólo unos años, para justificar la operación de implante en el cerebro. Por otro, se debe asegurar que que no afecte a otros aspectos de la vida de las personas.

En cuanto se superen estas dos barreras «esta tecnología ayudará a cambiar la vida de muchas personas». p. v. valencia