Como su madre lo trajo al mundo. Así se quedó un presunto ladrón ayer en el juzgado de guardia al protagonizar una suerte de protesta porque no le habían devuelto, tras dejarlo libre, un colgante de oro que llevaba antes de ser detenido. Pero no se lo había apropiado nadie. Simplemente, el juzgado decidió dejarlo como prueba de convicción, ya que todo apunta a que es el botín sustraído a la víctima.

La rocambolesca historia la protagonizó ayer un inmigrante del África subsahariana que había llegado al Juzgado de Guardia de Valencia esposado, tras ser detenido por la policía nacional después de que una prostituta le acusara de haberla atracado.

Tras su paso por los calabozos, llegó al despacho del juez. Durante la comparecencia, y pese a que el atestado policial parecía no dejar resquicios a la duda, el fiscal no pudo solicitar su ingreso en prisión porque la víctima no acudió a declarar, así que lo dejaron en libertad, aunque imputado. De nuevo en los calabozos, los policías le entregaron sus pertenencias. Al ver que le faltaba el collar y en vista de que nadie le entendía -solo hablaba francés-, optó por quitarse toda la ropa y dirigirse, de esa guisa, a la salida. Por el camino, se cruzó con numerosos trabajadores y trabajadoras de la Ciudad de la Justicia que no daban crédito a lo que veían.

En apenas unos minutos, acudieron diez policías nacionales. Sin embargo, el joven se libró de una nueva detención gracias a que alguien le explicó a tiempo que nadie le había robado el collar, sino que se quedaba confiscado en el juzgado.