Cada día más indignados y preocupados, los agricultores se sienten triplemente castigados por los bajos precios, la crisis económica y la oleada de robos que sufren en sus casas y fincas, en ocasiones con métodos violentos. Así lo constatan productores de varias regiones consultados por Efeagro, quienes reclaman insistentemente el endurecimiento del Código Penal y un riguroso control en los posibles puntos de venta del material robado.

Explican, por ejemplo, que el metal acaba en chatarrerías y que las verduras sustraídas recalan en mercados o puestos callejeros ilegales, pese a que no siempre son aptas para el consumo por haber sido robadas cuando se aplicaron fitosanitarios en el campo. Los agricultores ven sospechoso que frutas tempranas lleguen a los mercadillos cuando las empresas agrícolas sólo las exportan -dada su escasa producción y elevada cotización-, por lo que piden la colaboración de los policías locales para controlar las plazas. Las pérdidas que sufren son más importantes cuando arrancan campañas como la fresa, la naranja o la aceituna, mientras que durante todo el año se sustraen cercados, aperos, maquinaria, cobre, carburantes, motores y otros mecanismos de los sistemas de riego.

Con el inicio de la recogida de cítricos, los hurtos son "más descarados y espectaculares" que nunca en la Comunitat Valenciana, con fincas enteras de clementinas tempranas en las que roban en apenas unas horas, según denuncia el presidente de la Asociación Valenciana de Agricultores, Cristóbal Aguado. Los agricultores "estamos desesperados", comenta; hace unos años los ladrones se llevaban unas cajas en furgoneta, "pero ahora se ven grupos que recurren a camiones para el transporte".

Aguado detalla que los destrozos en los equipos de riego son tan reiterados que muchos agricultores han optado incluso por no reparar más sus motores y abandonan las explotaciones en un momento de falta de rentabilidad por los bajos precios agrícolas, con la consiguiente pérdida de actividad, tejido económico y empleo. Apunta que las primas de las aseguradores han subido un 30 % en dos años, aunque la mayoría de estas entidades ni siquiera ofrecen cobertura al agricultor ante lo abultado del número de incidencias.

Ignacio Arias (Medina del Campo, Valladolid) ha sufrido cuatro robos, en los que han sustraído hasta 2.700 litros de gasóleo agrícola y han provocado destrozos por 3.000 euros. Según explica, en la zona han atracado medio centenar de casetas de riego desde marzo, y han robado combustible, aperos, baterías, cables de cobre y maquinaria de riego sin que la Guardia Civil -con implicación, pero sin medios, a su juicio- haya podido atajar el problema. "En una sola noche se han llevado 10.000 litros de gasóleo" en esta comarca, lo que da muestras de que son ladrones con "contactos" para poder comercializarlo después, explica Arias.

Verónica Martos es una agricultora gallega que rememora que de mayo a julio hubo unos 26 robos en la zona limítrofe con Lugo, tanto en huertas como de joyas y dinero de las casas rurales. A un joven de Bazar "casi lo ahogan" cuando regresó a su casa tras las fiestas locales y se topó con los ladrones, recuerda. Galicia -con poblaciones muy diseminadas, cuarteles de la Guardia Civil que se han cerrado y casas de una planta sin medidas de seguridad, según describe- está más expuesta a bandas organizadas o a delincuentes acuciados por la crisis.

En Bargas (Toledo), Ramón Díaz Bermejo ha perdido 10.000 euros tras repetidos asaltos a transformadores y cables de riego. En la última ocasión le dejaron sin agua de riego en pleno verano y se estropeó más del 25 % de su cosecha de patatas extratempranas, con un valor de mercado superior a los 120.000 euros. "En todas las explotaciones que me rodean han sustraído transformadores, cables o tuberías de aluminio", explica Díaz, quien ha tenido que tomar decisiones drásticas como taponar las puertas de las casetas de riego con cubos de hormigón para impedir el acceso.

Chatarra, almendras y algarrobas son algunos productos codiciados en Cataluña, aunque próximamente podrían ser la aceituna o los cítricos, puntualiza el agricultor Joan Montesó, quien atribuye las acciones tanto a bandas como a personas acosadas por la crisis.

La cooperativa oleícola San Isidro de Torre del Campo (Jaén) también ha sufrido pérdidas por 10.000 euros en varios atracos, un problema que parece no tener fin -según los productores-, pese a los esfuerzos de los cuerpos de seguridad del Estado que "no pueden poner puertas al campo".