Dos atracadores armados con una pistola y un táser -arma de descargas eléctricas- asaltaron ayer por la mañana a un joyero de 52 años en su taller en pleno centro de Quart de Poblet. Agazapados en el interior del local, los delincuentes esperaron a que su víctima abriera el negocio para abalanzarse sobre él y propinarle una brutal paliza, con el único objetivo de que les abriera la caja fuerte. Previamente habían realizado sendos butrones en los dos edificios anexos, donde hay dos talleres cerrados, para pasar de uno al otro hasta llegar a la joyería.

«Le han pegado por todo el cuerpo y le han dado varias descargas eléctricas porque simplemente querían más y más», se lamentó María, la mujer de uno de los tres socios propietarios del negocio. «Se han llevado todo el oro y un expositor de relojes, sólo han dejado la plata y lo de menor valor», apuntó la mujer, quien explicó que todavía es pronto para saber el valor total de las joyas robadas por los delincuentes.

Francisco, de 52 años, tuvo que ser trasladado por una ambulancia del Soporte Vital Básico al Hospital de Manises. El herido presentaba policontusiones, según apuntaron fuentes sanitarias, y una herida sangrante en la cara, añadieron testigos del suceso. Ayer por la tarde ya se encontraba en su casa, aunque todavía con el miedo en el cuerpo, explicaron fuentes próximas al agredido.

Los hechos ocurrieron en torno a las nueve de la mañana de ayer, en una calle próxima al Ayuntamiento de Quart de Poblet, cuando uno de los propietarios de la joyería abrió el negocio y en el piso superior fue abordado por dos encapuchados, que iban armados con una pistola y un táser. Al parecer, los delincuentes habían accedido al interior del local tras hacer un agujero en la pared del piso superior, que comunica con un taller de pintura que está cerrado. Previamente habían entrado en un taller de calzado, también cerrado, y habían hecho un primer butrón para llegar hasta el altillo donde hicieron el segundo que les permitió acceder a la joyería. «Se han pegado una buena paliza, deben de haber estado horas para hacer esos agujeros», comentaba Simeón, propietario de un bar próximo y una de las primeras personas en auxiliar al joyero agredido. «Colocaron una toalla para no hacer ruido», apuntó este testigo.

Unas jóvenes que se encontraban en la cafetería observaron cómo salían corriendo del local dos hombres con bolsas de deporte negras, donde supuestamente llevaban las joyas sustraídas. Simeón entró en la joyería y encontró a Francisco sangrando por la cara y con las manos atadas con bridas. «Casi no podía hablar».

Uno de los dueños había acudido esa misma madrugada a la joyería después de que saltara la alarma, pero se marchó al abrir y comprobar que no había nada forzado. Puede que los ladrones estuvieran ya dentro.