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Brutal agresión

"Estaba ciego, oía ruido de coches pero no veía de dónde, no veía nada"

El taxista que ha perdido un ojo y la visión del otro tras ser brutalmente agredido por un cliente en Ontinyent relata el pánico vivido y cómo este joven, de solo 19 años, le «ha destrozado la vida»

El taxista agredido no puede levantar la cabeza para tratar de recuperar la visión del ojo que le queda. i. cabanes

«Saltó sobre mí como un gato y me metió los dedos en los ojos hasta dejarme ciego», recuerda todavía con dolor y la oscuridad como secuelas el taxista valenciano que en la madrugada del pasado 19 de marzo fue brutalmente agredido por un cliente a las afueras de Ontinyent. Pedro, nombre ficticio para preservar su anonimato por motivos de seguridad, ha perdido el ojo izquierdo y trata ahora de recuperar al menos la visión parcial del derecho. «Tan sólo con poder recuperar algo de vista en el otro para poder ver a mi familia me conformo», manifiesta resignado en el sofá de su casa sin poder moverse por indicación del médico.

Aunque por fin esta semana ha podido abandonar el hospital tras varias intervenciones quirúrgicas, 22 días después de sufrir el ataque este hombre de 50 años sigue padeciendo a cada segundo las consecuencias de una agresión que todavía hoy nadie se explica. «Tiene que estar en posición horizontal boca abajo todo el día para que el gas que le han inyectado en el ojo derecho se extienda y con el tiempo pueda recuperar algo de visión», explican sus familiares. Así, en esta incómoda postura y completamente ciego pasa las horas este taxista al que le «han destrozado la vida».

Mientras, su presunto agresor, un joven de tan sólo 19 años y vecino de la Pobla del Duc, se encuentra en libertad con cargos a la espera de juicio. El juez le imputa los delitos de lesiones graves, robo con violencia y amenazas.

Los hechos ocurrieron en la madrugada del pasado día de San José. Eran aproximadamente las 4.00 horas cuando Pedro, un taxista autónomo que hacía justo un año que se había sacado la licencia, recogió a un cliente en la calle Eduardo Boscá de Valencia. «Lo vi un chico bien, me paró y me dijo que si le podía acercar a Ontinyent», recuerda el agredido, quien ya en ese momento le advirtió que la carrera era larga y le iba a costar dinero. «Me contestó que no tenía problemas, que llevaba dinero encima».

Antes de salir de Valencia y ya llevando como pasajero en el asiento del copiloto al joven, el taxista se cruzó con un compañero del gremio, a quien comunicó el trayecto que iba a hacer. «El también le dijo que estaba lejos», apunta Pedro.

Había tenido una pelea esa noche

Durante el camino el muchacho, que llevaba el labio dañado, le explicó que había estado con unos amigos en las Fallas y que había tenido un altercado y quería irse a casa de su novia. «Le dije que eso no era nada y que cuando llegara a casa se pusiera hielo», relata el taxista, quien en todo momento se mostró cercano con su cliente dada su edad y su aparente inocencia. Incluso cuando paró a echar gasolina «le puse el taxímetro a cero para que no siguiera contando». «Los taxistas nos jugamos la vida, pero cómo iba a pensar que me iba a hacer esto, con lo buen chico que parecía», se lamenta la víctima.

No obstante, hubo algo que empezó a preocupar al taxista. «Cuando estábamos ya cerca de Ontinyent lo vi toquetear el móvil y pensé que estaba quedando con alguien para darme el palo», argumenta. Así que justo antes de entrar en el núcleo urbano paró el vehículo y le pidió el importe de la carrera a su cliente. «Me dijo que me metiera en un camino, que vivía por ahí, pero eso era un polígono», explica el taxista.

Cuando le pidió que le pagara y vio que le faltaba dinero, Pedro asegura que le explicó que no pasaba nada, que llamara a sus padres y les contara que estaba con un taxista. Sin embargo, el joven trató de abrir la puerta y en cuanto notó que el taxista le cogía para que no se marchara, éste se abalanzó sobre él metiéndole los dedos en los ojos y aprentando, según relata la víctima.

«Yo no me podía mover, tenía el cinturón puesto, y le mordí en un dedo para que me soltara, si no me arranca también el otro ojo», señala el agredido. «Si quisiera haberse ido podía haber echado a correr, yo no iba a salir detrás de él, pero esto es demasiado», lamenta todavía con dolor al recordar esos momentos.

«Salí como pude del coche a pedir auxilio, pero estaba ciego», recuerda. Además, su agresor seguía allí amenazándolo de muerte y golpeándole. «Insistía en dónde estaba su teléfono y me amenazaba con matarme si le denunciaba». Finalmente el joven huyó del lugar dejándolo gravemente herido sangrando por los ojos. «Me robó la bolsa con la documentación y el poco dinero que llevaba encima», explica el taxista. Posteriormente, cuando la policía arrestó al presunto agresor en las proximidades, éste todavía llevaba las pertenencias de su víctima.

Veinte eternos minutos

Pero sin lugar a dudas los peores momentos que pasó Pedro fueron esos minutos de total oscuridad hasta que alguien paró a auxiliarlo. «Me caí a una especie de acequia, no veía nada», «oía ruido de coches pero no veía de dónde», recuerda todavía con pánico en el cuerpo. «Salí a la carretera pero nadie paraba, me podían haber atropellado», confiesa. «Intentaba dar a los botones del taxi para ponerlo en verde, para que la gente viera que era un taxi», relata entrecortado. Finalmente, después de cerca de veinte minutos de angustia, una policía local franca de servicio paró su coche y alertó a los servicios médicos.

Pedro fue trasladado al Hospital la Fe de Valencia con pérdida total del glóbulo ocular izquierdo y lesiones graves en el derecho. «Hace justo año que me saqué la licencia, me gustaba la profesión pero yo no pensaba que era tan peligrosa», reconoce el taxista que empezó en el sector tras quedarse en el paro. «Me ha destrozado la vida».

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