Rafael R.C., de 41 años, había quedado ayer con un amigo a las ocho de la mañana en la puerta del edificio de Alicante donde vive su excompañera sentimental para marcharse con él a Murcia, pero una hora antes ya estaba en la puerta. Tenía otros planes y cuando logró entrar al edificio se escondió en la escalera y atacó a su expareja cuando ella se iba a trabajar. María Dolores, de 48 años, recibió al menos siete puñaladas y la fortuna se alió en esta ocasión con la víctima. Resultó herida grave y su agresor, tras intentar matarla, se quitó la vida lanzándose al vacío desde la azotea del inmueble donde convivió con Dolores hasta el pasado 18 de diciembre. La Policía intervino la navaja empleada en la agresión y una mochila que contenía un recipiente con gasolina que no llegó a utilizar.

El fallecido, según reconoce él mismo en un vídeo grabado en 2012, ha recibido durante muchos años tratamiento médico por padecer una esquizofrenia paranoide, pero la noche antes de la agresión nada hacía pensar en su macabro plan, según señaló a este diario un vecino que estuvo con Rafael.

El suceso ocurrió sobre las 7.15 horas en un edificio de cuatro plantas situado en la calle Maestro Alonso número 136, junto al Hospital General de Alicante. Dolores vive en el primer piso y en el cuarto sus padres y una hija de ella, fruto de una anterior relación. Rosario acudió como cada mañana a limpiar la portería del inmueble y allí estaba Rafa, conocido en el barrio como «Flipi». Ella sabía que no tenía que abrirle la puerta -así se lo había pedido el padre de la mujer apuñalada desde que rompieron la relación hace un mes-, pero aprovechó la salida de un vecino para entrar. Tras preguntarle a Rosario si podía dejar en el portal su bicicleta subió a la primera planta y esperó a que Dolores saliera.

La mujer iba a cerrar la puerta de su casa para acudir al bar donde trabaja cuando se abalanzó sobre ella apuñalándola por la espalda. Dolores debió darse la vuelta para defenderse porque recibió también cuchilladas en el tórax. Inicialmente se contabilizaron siete puñaladas, pero al parecer presentaba más heridas, algunas en las manos mientras se defendía del agresor. Los gritos de María Dolores diciendo «¡socorro, socorro!» alertaron a Rosario y a otros vecinos, que se movilizaron de inmediato para auxiliarla y llamar a la Policía y al SAMU. Mientras, Rafael subió hasta la azotea del edificio y se arrojó al vacío muriendo en el acto.

Rosario se llevó un segundo susto, ya que esperaba en la puerta a la ambulancia cuando el agresor saltó al vacío y «me cayó justo delante mía, casi me mata». La mujer nunca había denuncia maltrato.