Juan Antonio D.R., el presunto asesino de los dos hermanos de la calle Císcar, habría confesado a su pareja ser el autor de la muerte de Araceli y Juan Carlos Oliva. Esta es la información que proporcionó la mujer del ahora arrestado ante el juez encargado del caso, a quien declaró que, cuando trascendió el hallazgo de los cuerpos, le preguntó si había sido él, a lo que Juan Antonio «respondió que sí».

La mujer sabía que su marido se había convertido en una especie de asistente personal de los dos hermanos, que vivían en el numero 52 de la calle Císcar, en pleno barrio valenciano de l'Eixample. Alertada ante la sospecha que apuntaba directamente a su marido y con la noticia inundando los medios de comunicación y las redes sociales, ella decidió saber si éste estaba al corriente de lo que había sucedido. Y por supuesto que lo estaba. Es más: le confesó que él era el asesino de Araceli y Juan Carlos.

En ese momento, el ahora arrestado aseguró a su pareja sentimental que pese a haberlos matado, «tenía la intención de entregarse a la policía» según ha podido saber Levante-EMV en exclusiva. Fue por eso por lo que se marchó de casa, al parecer, para hacerlo. Sin embargo, no era cierto: huyó con su coche hasta que, un mes después, acuciado por la falta de dinero, decidió entregarse en una comisaría de Alicante.

La pareja del ahora detenido también aportó otro dato: el 28 de abril, día en el que el Grupo de Homicidios de la Policía Nacional de Valencia cree que se produjeron los asesinatos, Juan Antonio D. R. llegó tarde a casa. Pese a que ella no relacionó en aquel momento el retraso con el brutal doble crimen, la mujer recuerda que le llamó la atención esta tardanza puesto que no solía ocurrir.

El asesinato fue el 28 de abril

Las investigaciones refrendan que Juan Antonio D. R habría aprovechado los primeros rayos del sol para cometer los asesinatos de la calle Císcar, 52. El reloj que portaba Juan Carlos, de 79 años, y que funcionaba con las pulsaciones de su dueño se paró a las 8.20 horas del 28 de abril, justo cuando dejó de funcionar su corazón. Así han fijado los investigadores, tal como adelantó ayer en exclusiva este diario, la data exacta de su muerte. Y creen que la de su hermana Araceli, de 75 años, ocurrió pocos minutos antes -ella ya estaba vestida, mientras que él conservaba aún el pijama-. Ambos permanecieron más de un mes muertos en una de las cinco habitaciones de la vivienda, confinados bajo candado, hasta que el olor se hizo insoportable y puso en alerta al vecindario.

Las víctimas murieron del mismo modo: estranguladas. El arrestado utilizó bridas de plástico para hacerlo según adelantó ayer en exclusiva Levante-EMV. Los forenses estiman que las víctimas perdieron la consciencia en apenas 20 segundos; el asesino tuvo que apretar las bridas entre 3 y 4 minutos para acabar con su vida por completo.

Obsesionado por ocultar el olor

A partir del asesinato de los dos hermanos, Juan Antonio D. R. volvió en repetidas ocasiones a la vivienda donde se encontraban los cadáveres de los dos hermanos y en cada una de ellas, «perfeccionaba» un poco más el crimen dilatando su descubrimiento.

El primer paso que llevó a cabo fue encerrar los dos cuerpos en una misma habitación. Días después acudió a una multinacional especializada en material deportivo y compró dos sacos de dormir en los que introdujo a las víctimas y los ató con cuerdas. En los días sucesivos fue comprando una ingente cantidad de sacos de arena para gatos -la policía encontró entre sus pertenencias un tiquet, del día 14 de mayo, que ahora se ha convertido en una prueba clave contra él-. Con ella cubrió los cadáveres empaquetados que ya había tapado con una alfombra, hasta formar una capa de casi un metro de espesor. Pero el olor persistía y ya era un clamor entre los vecinos, así que adquirió decenas de ambientadores que distribuyó por toda la estancia.

Finalmente, los cuerpos fueron descubiertos el pasado 22 de mayo. Un día después, cuando se publicó la noticia con los nombres de las víctimas, escapó, y durante un mes, hasta que se entregó, permaneció huido.