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Análisis

Una cantera de 62 obispos para Cataluña

La elevada presencia histórica de mitrados valencianos en las diócesis catalanas se debe a un perfil buscado por el Vaticano: que dominen su lengua sin ser nacionalistas ni abusar del progresismo

Una cantera de 62 obispos para Cataluña

­Hay brújulas que resisten incólumes los vaivenes, las coyunturas cambiantes y el paso del tiempo. Para bien y para mal, la Iglesia domina ese ámbito de lo eterno, inmanente y trascendente. Su organización territorial y de poder refleja la porosidad que ha existido a uno y otro lado del río Sénia. Aparte de compartir una diócesis asentada en comarcas de Castelló y Tarragona (el bisbat de Tortosa), la frontera entre Cataluña y la Comunitat Valenciana sobresale a nivel eclesiástico por ser una especie de autopista de único sentido en la exportación de obispos. Valencia es la cantera de prelados para las sedes episcopales catalanas. Su masia.

Es un curioso fenómeno que arranca en el siglo XIV y que, según un exhaustivo recuento realizado por el investigador Jordi Bort y publicado en la revista Saó (Bisbes valencians a Catalunya), en este momento adquiere una magnitud histórica considerable. Son 62 los obispos valencianos que desde el siglo XIV han ostentado el báculo de alguna de las diócesis catalanas. En la actualidad, de hecho, tres de las diez mitras catalanas proceden de la Comunitat Valenciana: Enrique Benavent, natural de Quatretonda, es obispo de Tortosa; Salvador Giménez, nacido en Muro d´Alcoi, ha sido nombrado prelado de Lleida y está a la espera de tomar posesión de su nuevo cargo; y Agustín Cortés, con Valencia como lugar de nacimiento, es obispo de Sant Feliu de Llobregat desde la creación de esta pequeña sede desgajada del Arzobispado de Barcelona en 2004.

Un vistazo a la historia subraya nombres de ilustres valencianos con mando en plaza catalana. Uno fue el primer obispo valenciano en la diócesis de Urgell: Roderic de Borja, el futuro papa setabense Alejandro VI. Otro insigne mitrado fue Vicente Enrique Tarancón, natural de Borriana y que fue durante 18 años „una permanencia larguísima como castigo por sus desaires al franquismo„ obispo de la diócesis de Solsona. El tercero, más reciente, fue el cardenal valenciano Ricard Maria Carles, arzobispo de Barcelona entre 1990 2004.

Precisamente con la llegada de Carles, ayudado por su acceso al papa como purpurado y la presencia de su anterior monaguillo Vicente Juan en la diplomacia vaticana, se consiguió una fluida llegada de obispos valencianos a tierras catalanas, como destaca el periodista Jordi Llisterri en Les ferides de l´Església catalana. Así llegaron Javier Salinas, Agustín Cortés o Juan Piris. ¿Es esta tradición una casualidad? ¿Es fruto del azar el hecho de que, en la actualidad, haya seis catalanes, tres valencianos y un conquense al frente de las diócesis valencianas? Dicha proporción sobredimensionada de valencianos no es mera coincidencia. Esa palabra no figura en el diccionario de la Iglesia.

La cuadratura del círculo

Aparte de que Valencia haya sido una factoría de mitras de alto rendimiento que hay que recolocar por todo el país, hay dos claves para entender el fenómeno. La primera es, según la teoría más extendida, que la cantera valenciana asegura al Vaticano una fórmula para conseguir la cuadratura del círculo: obispos no nacionalistas, que hablen catalán y puedan así amoldarse a su territorio, y con una línea doctrinal que escape del progresismo propio de la escuela catalana. Fue la línea por la que apostó Juan Pablo II y que perpetuó Benedicto XVI.

Además, con el envío de valencianos a Cataluña se solucionaba otra anomalía territorial: la ausencia persistente de arzobispos de Valencia nacidos en la terreta. En el último medio milenio, sólo ha habido cinco arzobispos de Valencia que hayan nacido en el territorio valenciano: el oriolano Fernando de Loaces (arzobispo entre 1567-1568), el promaulet Antonio Folch de Cardona (1700-1724), el arzobispo de Penàguila Joaquín Company Soler (1800-1813), el valenciano Enrique Reig i Casanova (1920-1923), y el actual inquilino del palacio arzobispal: el utielano Antonio Cañizares. Después de los cinco miembros de la familia Borja que ocuparon la diócesis de Valencia hasta 1511, con los dedos de una mano se pueden contar los arzobispos de Valencia nacidos en el territorio valenciano. Para el veterano sacerdote jubilado y periodista Emili Marín, «ha habido una voluntad específica de que no viniera a Valencia ningún obispo valenciano por miedo a que la Iglesia revitalice una actitud de defensa de la lengua y la cultura».

Las islas, otra vía de escape

Vetada esa vía supuestamente natural, había que mandar a algún sitio a los valencianos. Las diócesis de las Baleares (Mallorca, Ibiza y Menorca) han sido su salida natural. Actualmente, el obispo de Mallorca nació en Valencia (Javier Salinas), el de Ibiza es natural de Tavernes de la Valldigna (Vicente Juan) y la sede de Menorca está aún vacante tras la salida del obispo nacido en Muro d´Alcoi, Salvador Giménez. Pleno.

Después de las diócesis isleñas, Cataluña ha sido el destino más recurrente para las mitras valencianas. Actualizado el recuento de Jordi Bort, se comprueba que a lo largo de la historia nueve obispos de Tortosa han sido valencianos. Siete prelados de Tarragona nacieron en tierras valencianas. Diez en la diócesis de Lleida. Cinco en la de Girona y otros cinco en la de Urgell. La diócesis de Vic tiene a nueve obispos valencianos en su episcopologio. Solsona cuenta con cinco mitras de la terreta. Barcelona encabeza el ranking con once pastores valencianos. Sant Feliu de Llobregat tiene uno (el único de su corta existencia). Y Terrassa, sede también creada en 2004, es la única diócesis catalana en la que no se ha estrenado ningún mitrado nacido en la Comunitat Valenciana.

En algún momento de la historia reciente surgió el grito de «No volem bisbes valencians!» entre la comunidad católica „y no católica„ más progresista y catalanista del Principat. Era una forma de reclamar mitrados propios, oriundos de Cataluña. De momento, el lobby valenciano sigue pujante en su poder eclesiástico más allá del Sénia. Empezó hace 705 años el morellano Francesc de Paolac gobernando la sede de Tortosa (1310-1316). Y la exportación continúa.

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