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Fin de una era

Viaje a las tinieblas del PPCV

La corrupción ha barrido del mapa político a quienes atesoraron el poder en los ochos años de la etapa Camps

Viaje a las tinieblas del PPCV

Miren fijamente esta fotografía. De los ocho personajes políticos, dos de ellos (el expresidente de la Diputación de Castelló, Carlos Fabra, con sus inconfundibles gafas oscuras; y Rafael Blasco, exconseller de casi todo y la mano que meció durante años la cuna en el Consell) están en prisión; otros dos (los exbarones de Valencia y Alicante Alfonso Rus y José Joaquín Ripoll) fueron detenidos en sus casas por presunta corrupción. La mujer con el lazo negro en el cuello, la exalcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, también está investigada. A su lado, sonriente, la exalcaldesa Rita Barberá y, en primer, plano, aparentemente feliz, Francisco Camps, entonces jefe del Consell, ambos hoy con la sombra de la sospecha por la operación Taula. Los siete, a excepción de Alberto Fabra (entonces alcalde de Castelló y dos años después sucesor de Camps), están manchados, expulsados de la primera línea de la escena política, con el negro nubarrón de la corrupción encima.

La foto descrita es la imagen del poder, de la supremacía popular. Está tomada en mayo de 2009, en el salón de Cortes del Palau de la Generalitat cuando el monstruo de la crisis estaba a punto de hacer caer el telón de los fastos y los grandes eventos para dejar desnuda a la Comunitat infrafinanciada y empobrecida. Detrás de ellos, un óleo de Vicente Requena pintado en 1593, en los coletazos del siglo XVI. Pero en realidad, el viaje propuesto en el tiempo a través de esta foto no es al siglo del Renacimiento, sino a una etapa de la Historia más cercana, al corazón de las tinieblas en el que los populares valencianos entraron cuando estalló Gürtel y, donde siguen ocho después, con la Operación Taula como colofón.

Y es que en esta elocuente fotografía faltan muchos de los que un día acompañaron a Camps tanto en su Consell como en su partido en una epopeya de ocho años y que acabaron salpicados por los asuntos turbios. Vicepresidentes, consellers, responsables de la Cámara autonómica, cargos orgánicos... la lista es eterna.

El fin de una etapa se vislumbró ya la pasada legislatura, en la que Alberto Fabra tuvo que lidiar con la endiablada herencia de Camps y Eduardo Zaplana tanto económica (una de deuda que ronda los 40.000 millones de euros) como judicial (en la actualidad hay abiertos 14 asuntos judiciales), pero el derrumbe total ha llegado en ésta, con los populares fuera del poder. La legislatura, ya en manos del tripartito de izquierdas, arrancó con el juicio de Fitur, pero el invierno ha sido especialmente dramático para el partido de la gaviota. Esta semana, dos referentes del PPCV de esa época se han visto obligados a comparecer ante los medios de comunicación para proclamar su inocencia tras trascender que la investigación policial los considera en lo más alto de una supuesta organización criminal amparada bajo las siglas del PP. Camps y Barberá, dos iconos de una etapa de esplendor popular, caídos ahora en las tinieblas, que niegan cualquier implicación en amaño de contratos o en la financiación irregular. Nada sabían, nada hicieron, coincidieron ambos en sendas comparecencias. Primero se desmarcó Camps, tres días después, Barberá.

Más aún, ni vieron, ni oyeron, ni supieron que otros se corrompían. «Habría yo mismo ido a los tribunales», aseguró solemne un Francisco Camps, que no se reconoce en las conversaciones entre el autobautizado como el «yonki del dinero», Marco Benavent y, el exresponsable de Ciegsa, Máximo Caturla, cuando en una de las conversaciones sobre mordidas que figuran en sumario hablaban de Paco. «Hablan de Paco y ya tengo que ser yo», se quejaba el expresidente. «Quien sepa de política debería saber que hay un respeto institucional», vino a decir. Hace dos días, el pasado viernes, la Audiencia Nacional comunicó la apertura de juicio oral por la financiación irregular del PPCV en las campañas autonómicas y municipales de 2007 y las generales de 2008. Entre otros, se sentarán en el banquillo Ricardo Costa, número dos de Camps en el PPCV y Vicente Rambla, su otrora lugarteniente en el Consell y responsable de la campaña. Las elecciones de 2007 brindaron sendas mayorías absolutas a Camps y Barberá. Si ellos sabían o no, si miraron o no para otro lado, o si las prácticas corruptas eran invisibles a la mirada de aquella época lo determinarán, si llega el caso, los tribunales. En todo caso, queda constatado que Camps y Barberá se agarran como clavo ardiendo a la ignorancia. Es esto un sello de la Edad Media, la época de oscurantismo en la que la Iglesia consolidaba su poder a base de controlar la información. Fijénse de nuevo en la fotografía. Casualmente, los hombres que aparecen en la pintura de Vicente Requena que preside la estampa del pasado representan El brazo eclesiástico.

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