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Un siglo y un lustro

Remedios, la memoria más antigua de l'Horta

Remedios Lluch Orts, que nació y vive desde hace 105 años en Bonrepòs i Mirambell, es la mujer con más edad de la comarca y testigo de un paisaje y una forma de vida que todavía siguen vivos en su recuerdo

Remedios, la memoria más antigua de l'Horta

«Yo tenía el oído muy bien pero un día fuimos a comer al "Secà" y me quedé dormida. Había unos jóvenes allí y empezaron a tirar petardos a mi lado hasta que se cansaron. Cuando llegué a casa por la noche ya no escuchaba nada bien». Así empieza Remedios su relato, explicando sus problemas de sordera. Su hija Pepita hace un aparte y añade que su abuela (la madre de Remedios) también estaba algo sorda, así que a lo mejor lo de no escuchar bien es algo hereditario. «Puede que también sea porque ya tiene 105 años...», apunta el periodista. «Sí, puede ser», concede Pepita, que se acaba de jubilar tras más de cuatro décadas trabajando en La Fe.

El pasado domingo Remedios Lluch Orts, vecina de Bonrepòs i Mirambell, celebró su siglo y un lustro de vida comiéndose un buen plato de paella con su familia. Aunque ya hace unos años que sigue la misa a diario a través de la televisión, ese día bajó a la ermita y de ahí al bar donde tuvo lugar el convite. «Yo no tenía ningunas ganas de salir, pero tuve que hacer lo que quería mi hija „asegura la anciana„. Había mucho personal».

En aquel festejo, y sin que se lo tuvieran que rogar mucho, Remedios recordó aquellas poesías populares y religiosas que aprendió cuando era niña y que sigue recitando de carrerilla pese a que ninguna baja de los tres minutos. «Entra Señor, que ya izamos tu bandera. Entra Señor, y manda, reina e impera en este pobre hogar. Pobre y desconocido, pero en tu presencia enriquecido, y feliz porque te sabe amar». «Esa la aprendí de pequeña cuando la imagen de Jesús estuvo en mi casa», explica.

Remedios nació en 1911 en una casa de la huerta entre Foios y Bonrepòs. Era la segunda de ocho hermanos y de bien pequeña se fue a vivir con sus abuelos y sus tías solteras a la alquería que tenían en Cases de Bàrcena. «Allí fui a la escuela. La maestra se llamaba doña María. Un día llamó a mis tías, sacó el Catón y me hizo leer. "Veis „les dijo„, esta niña necesita gafas". Y desde entonces siempre he llevado para ver de cerca».

Como aquella doña María, Remedios quería ser maestra, «porque siempre me ha gustado mucho leer, mirar y aprender las cosas». «Pero como mi tía era costurera „continúa„ y yo le tenía que ayudar, al final me quitaron la ilusión de ser maestra y me dediqué toda la vida a coser». La anciana recuerda su vocación frustrada sin demasiada nostalgia, quizá porque su trabajo le permitió al menos ejercer otra de sus grandes pasiones: caminar. «Iba hasta Moncada desde Bonrepòs para coser. Y todos los lunes me iba caminando hasta San Nicolás para rezar». «Hasta los 94 años estuvo yendo a la gimnasia „añade su hija„, y al final se lo dejó porque le daba vergüenza lo que pudieran decir las demás».

Un siglo de recuerdos y una memoria vivaz hacen que el relato que Remedios ofrece de su vida vaya dando saltos adelante y atrás en el tiempo. Del día que se quedó sorda por unos petardos pasa a la celebración de su 105 cumpleaños del pasado domingo, y después a su infancia y la escuela de doña María. Y de ahí al día de su boda y los belicosos hechos que presenció durante la luna de miel. De la posguerra prefiere no hablar mucho, quizá por culpa de un capitán de la Legión al que tuvo que acoger en casa, que intentó violarla y por el que sufrió un trauma que le llevó a estar hospitalizada mucho tiempo. Y recuerda casi cada kilómetro del viaje que hizo a Palencia para adoptar a Pepita, una niña de tres años «que no habló en todo el viaje de vuelta hasta que pasó por el barranco y dijo agua».

También recuerda a un hermano de su padre que se fue a vivir a Barcelona y que hizo cierta fortuna como comerciante. Aquel hombre tuvo un hijo al que llamaron Ernesto y que llegó a ser catedrático en la Universitat de València y en la de Barcelona. El primo Ernest (Lluch, para más señas) también fue ministro de Sanidad y el 21 de noviembre de 2000 fue asesinado de dos disparos en la cabeza por la banda terrorista ETA. «Nunca supe por qué lo mataron, si sólo era un profesor», dice Remedios mientras enseña un recorte de prensa que da noticia de aquella muerte.

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