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Raso y junto al palo

Salvo, culpable de su desgracia

Salvo, culpable de su desgracia

Quienes renunciaron a poner sus dineros para la ampliación de capital, que habría sido la solución a los problemas del Valencia, deben sentirse culpables en la parte alícuota que les corresponde. Quienes alabaron y cantaron a Amadeo Salvo como el salvador, deben mesarse los cabellos, como mínimo. Quienes han aplaudido desde el primer día la venta del club al discutible financiero singapurés, deben sentirse frustrados y han de cantar la palinodia. Quienes calentaron el ambiente contra Bankia para que Peter Lim se llevara a casa el club a plazos, han de sentir vergüenza por lo que hicieron. Amadeo Salvo, responsable directo con sus maniobras para que Lim se hiciera con el mando absoluto, que vaya a llorar a San Esteban. No fue bautizado en esta iglesia y por ello ha caído atropellado.

Salvo no merece compasión, ni clemencia. Es duro decirlo, pero la llegada de un par de negociantes con futuro tan imperfecto para el club, se debe, casi fundamentalmente, a su campaña. Primero trató de convencer a los miembros de la Fundación „también estos tienen parte de culpa del desaguisado, Aurelio Martínez incluido„ y por si había indecisión forzó manifestaciones en su honor y gloria. Quienes le aplaudieron, algún día, probablemente, le insultarán. Hay gentes que no vieron en ningún momento lo que se cernía sobre el club. Hay demasiados tontos útiles en la operación de venta. El valencianismo se quedó sin su emblemático club. Salvo vendió «el sentiment» al modo de Jacob que compró a su hermano Esaú la primogenitura: por un plato de lentejas.

Salvo se vendió a Lim por la presidencia en la que, por mucho que figurara como «ejecutivo», no era más que un florero. La pérdida de mando fue efectiva desde el primer día. Cuando a Nuno le ampliaron el contrato por tres años más ya se vio que la terna se asentaba. Lim mandaba hasta por conferencia electrónica y Jorge Mendes compraba a su modo.

Es lógico que un financiero exponga sus dineros con la intención de obtener beneficios. Lim ha hecho el contrato de su vida porque se ha adueñado del Valencia, de sus posesiones, incluido naturalmente Mestalla y el valor de su futuro, por cuatro euros. Y todo a plazos.

Salvo se va y dentro de poco será solamente un nombre en la lista de presidentes. Rufete y Ayala son despedidos a pesar de su pedigrí valencianista. El equipo que componen el trío de la bencina servirá, presumiblemente, para prender fuego al club. Salvo, sin saberlo porque la soberbia y los deseos de mando le obnubilaron, ha sido quien ha traído «les palletes» para prender la hoguera. Lim, Mendes y Nuno tienen los mecheros a mano.

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