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Tiempo de juego

La exigencia de la historia

La exigencia de la historia

Para erradicar el problema habrá que hablar con sinceridad. El Valencia, como equipo, se ha vuelto vulgar. Es un libro sin desarrollo, una canción sin estribillo, un poema sin verso. Tiene principio y final, sin nada a lo que agarrarse durante el trayecto. Su fútbol, y sus futbolistas, están poco y mal trabajados. Sin criterio en la salida de balón, sus miedos le llevan a renunciar a futbolistas con recorrido por fuera, se parte por la mitad y el (poco) juego se vuelve previsible, rudimentario y lento. Créanme: que los árboles no les impidan ver el bosque: ante Barça y Éibar empató el corazón. Advirtamos que estresarlo, es la antesala del infarto.

Esta es la obra de Nuno Espirito Santo. La confección de una plantilla con escasos recursos de presente y cuya preparación física ha sido desastrosa. Ya sea por decisión, ejecución u omisión; este es su legado. Cómplices fueron todos. Apenas una temporada fue suficiente para que Peter Lim le entregara las llaves del club y un par de meses bastaron al luso para destruir el proyecto que le habían regalado. La mediación de Jorge Mendes (hoy censurada), fue consentida y ensalzada.

Escarmentados por aquello, el remedio desató aun más el desconcierto. Gary Neville es una pregunta sin respuesta. Ex futbolista experimentado, historia viva de un club histórico y analista especializado. Todo ello que no es poco, en nada valora al entrenador que debe enderezar el rumbo en mitad de la tormenta. Sin embargo, su inexperiencia en los banquillos, la falta de conocimientos del fútbol español, la lejanía con la idiosincrasia del club y la barrera del idioma actúan en su contra. Es cierto: que el vestuario hable bien de su figura en tan poco tiempo, ayuda. Pero caerle bien al grupo no gana partidos. Ipurua dio rendida cuenta de lo que estamos diciendo.

En la duda general, acusada por los constantes e intensos cambios en la institución, se tiende al olvido. No estará de más recordar para futuras decisiones que, este club, no anda corto de historia. Lo hizo hace unos días Santiago Segurola al escribir, sorprendido, sobre la designación del británico como técnico valencianista. «El Valencia, en los últimos 15 años, ha ganado todos los títulos posibles a excepción de la Liga de Campeones, donde su huella no es pequeña: alcanzó dos finales consecutivas». Cuando les cuestionen la exigencia, recuérdenles que no se trata de un lugar común. Guste o no, a Mestalla se llega aprendido».

Sucede también con los jugadores. La plantilla deja, entre los aficionados, muchos por los que preguntar y pocos por los que exclamar. La realidad es que tu héroe, comenzó siendo el cuarto portero. Voluntariosos todos; carentes en su mayoría de brillo, personalidad y eficacia. Aquellos que alcanzaron su mejor nivel hace un año (Barragán, Fuego, Piatti€) necesitan del esfuerzo común para destacar. Y los que llegaron para sumar (Orban, De Paul, Cancelo, Mina, Danilo€) se alimentan de escasos chispazos que no les ayudan a mejorar las expectativas. Con Abdennour, caemos en la confusión: debatiéndonos entre «Cuarto Milenio» y «otras Ligas, otros deportes». Los buenos, que también los hay, por desgracia andan deprimidos; contagiados. Es cierto. Queda tiempo y parece que, llegados a este punto, el equipo solo puede mejorar. Trabajo por delante tienen Gary y Phil. Y mucho.

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