Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Nos quedan dos meses de aguantarnos

El jemecismo

No he dejado de alucinar estos días cuando al son de encuesta Paco Jémez lideraba las opciones para ser seleccionador de España. Menos mal que los sondeos de internet, visto lo visto, luego no tienen apenas transfusión con la realidad. O sí. He leído a un amigo de Facebok relatar el amargo pasaje de darse cuenta cómo su padre se había convertido al jemecismo. No es un hecho aislado, sino generalizado. Múltiples lecturas de calado social se desprenden de esta derivada atroz.

Vamos al tema. Lo de Jémez, sus supuestos méritos y virtudes, es una exacerbación de un pequeño caso en un microcosmos. Su éxito, de haberlo, es demasiado discreto como para extrapolarlo y creer que lidera la transformación del fútbol ibérico. Para empezar, si Jémez hubiese entrenado a un club gallego, a uno andaluz o a uno vasco, su andadura sería discreta. Estar a la vera de Madrid es una caja de resonancia. Vallecas me lo confirmó.

Tiene mérito haber consolidado al Rayo en Primera durante varios años con una estructura raquítica, pero eso no te otorga la entidad de aspirante a seleccionador ni la condición de estrellita de los banquillos. Garitano y Mendilibar obraron milagros solventes en Eibar y nadie creó una secta en torno a ellos. ¿Qué habría que hacer con el entrenador del Celta, entonces?

No ocurrió porque parte de la trascendencia desmesurada de Jémez tiene más que ver con su autopromoción que con el rendimiento de sus equipos. Corre el riesgo demasiado a menudo de poner a su plantilla al servicio de su marketing personal. Encontró un buen segmento desde el que despuntar (juego de ataque a lo loco, rústicamente ofensivo), lo sazonó de unas cuantas ruedas de prensa escandalosas y? carne de titular. Insisto, su mérito, presente por un puñado de temporadas en el Rayo, se ha hinchado hasta crear una filosofía del desorden. No deja de ser un entrenador «aspirante a». Tan equivocado creer que su trabajo en Vallecas no fue valioso como elevarlo a algo más que eso.

Hay otra lectura derivada de la consagración del jemecismo. España le tiene tirria al juego que busca el orden en lugar del espectáculo ofensivo. En la fase del tiquitaca la necesidad de orden colectivo para posibilitar el primor ofensivo es una de las enseñanzas más olvidadas. El juego extremo del Rayo es el verdadero populismo; creer que ése es el mejor camino es no atenerse al estilo a los equipos que mejor les va. Orden, orden y orden.

Extraordinario para una anécdota vallecana, intrascendente para todo lo demás. No al jemecismo.

Compartir el artículo

stats