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La V enseña el camino

La V enseña el camino

V de Valencia. La versión esforzada, repleta de sacrificio y seriedad, del equipo que vimos ayer ante el Espanyol entronca directamente con las raíces de ese legendario y ancestral grupo de jugadores -bronco y copero- al que recurrir como inspiración en situaciones delicadas como la que azota a Mestalla. Cuando un grande sufre la complicada tesitura de verse cuarto por la cola, no queda otra que dejarse el frac en el armario y el Panamera en el garaje. El que no baje al barro, por muchas estrellas que luzca en la solapa, no cabe en un once cuyo primer requisito debe ser el compromiso. Tan solo es un partido, pero el conjunto que dirige Voro genera la impresión de haber comprendido a la perfección que el de ayer a mediodía es el único sendero para quedarse en Primera: aumentar el nivel de concentración, limitar al máximo el número de errores defensivos y no aspirar a ganarle a nadie sin bajar del autobús por mucho que signifique el escudo del murciélago.

V de Voro. Por decisión propia, ha vuelto a comerse un marrón que no le corresponde. No es serio ni responsable que el futuro y la viabilidad de la mayor transacción del fútbol mundial descanse sobre los hombros del señor que comenzó la temporada como delegado. Pero, ya puestos, ayudémosle. Por ejemplo, reconociendo que ha tenido dos bemoles para limpiarse a Mario Suárez por sus bobadas en redes sociales tras el desastroso partido que hizo en Pamplona. Por ejemplo, dejando escrito negro sobre blanco que ha sido el primer entrenador de la primera plantilla del VCF que se ha creído de verdad el fútbol incontenible de Carlos Soler. En una coyuntura de crisis, no todos los técnicos tienen lo que hay que tener para jugársela por un mediocentro del Mestalla al que la barba todavía le sale a rodales. Pongamos en valor su gestión de grupo y la capacidad de hacer autocrítica. No era responsable que el Valencia siguiera una semana más sin un asistente de primer nivel en el banquillo. Con Chema Sanz, prestigioso entrenador y preparador físico muy reconocido en la profesión, el grupo gana. Ha trabajado con Lillo o José Luis Oltra y es especialista en generar buenas químicas de grupo, además de valenciano y valencianista.

V de Vicente. Puede que le falte algo de experiencia para el cargo de director deportivo, pero no tiene menos horas de vuelo que Rufete o Braulio el día que empezaron. En un trabajo como el suyo, son imprescindibles tres requisitos: dedicación, honradez y, quizá el que de verdad vale dinero, olfato. De esto último anda sobrado el de Benicalap, atendiendo al diagnóstico que hacen quienes compartían vestuario con él y, sobre todo, representantes de jugadores y ejecutivos que le han descubierto ahora en la vertiente de secretario técnico. Ha apostado fuerte por Zaza como en su día hizo con Kostic, Diawara o Bas Dost. Alguna tenía que salir bien. Ojalá lleguen los goles. El trabajo silencioso de Vicente y los miles de kilómetros recorridos durante estos meses lo merecen. Y el Valencia lo necesita. Una sociedad huérfana de gente de fútbol debe poner en valor a quienes lo llevan en el ADN.

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