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Simone Zaza nos representa

Simone Zaza nos representa

Zaza es la bascollà a Cancelo en plena celebración lacrimógena del adiós (es novedoso que un futbolista reciente sienta pesar por irse del Valencia). Una síntesis acelerada de la composición genética del delantero: ir fuerte cuando se requiere fuerza, y cuando se requiere delicadeza€ también ir fuerte. Es su lastre y al mismo tiempo su gloria.

Es la contradicción permanente de un jugador que no tiene gol pero que con su gol inaugura una Liga bajo el ensueño de que todos los partidos acaben con 1 a 0 favorable, nuestro resultado predilecto.

Hoy por hoy Zaza es quien más se asemeja a nuestras ambiciones. Compensa las carencias con una fuerza de arrastre y una emotividad en cada acción que conecta con la memoria del club. Su caudal ofensivo a trompicones, su estilo rudimentario de quien quiere conseguir el peluche de la feria a golpetazos, puede que lastren algunos tantos, pero en la globalidad acaban dando chances y con una segunda línea provechosa, un acompañante enfocado, pueden transformarse sus bastos frutos en elixir.

Tal como nuestro entorno el delantero es un seísmo con escaso control, guiado por un espíritu efusivo cuya mayor virtud roza continuamente el exceso. El valencianismo, tal que él, vive perpetuamente en el precipicio, sorteando como pocas sociedades la caída. Porque no es que el Valencia se levante cuando cae, sino que cuando parece que vaya a caer acaba resistiendo.

Con la premisa de que Zaza se parece al Valencia más auténtico, que el equipo baile a su ritmo es un paso hacia una dirección adecuada. Letal contra lo melifluo, efusivo, genuino, un volcán abriéndose ante cada choque€ Adrenalina contra las limitaciones reconocidas. El ahora sí «somos un equipo competitivo» que manifestó Zaza al acabar el partido contra Las Palmas venía a constatar la simbiosis.

Otra contradicción. La explosividad a raudales del grupo y del ariete combinan con la sobriedad del objetivo. Reconocen que para lograr un escueto 1-0 necesitan altas cargas de trabajo. No hay lugar para el cinismo. Me pareció una caricatura bien descriptiva el mensaje en Twitter del usuario Alberto Segarra: «Este Valencia me gusta tan poco que me encanta». Es lo que nos sucede con Zaza.

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