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El chándal del murciélago

El chándal del murciélago

El excelente inicio de temporada protagonizado por el Valencia, la fiabilidad que evidencia en todos los registros y, por qué no decirlo, la larga travesía por el desierto de los últimos dos años ha disparado la ilusión en el entorno.

Los aficionados vuelven a ponerse el chándal del murciélago para bajar al horno a por el pan en día de partido. La turba adolescente de instituto elige la senyera como atuendo bajo la cazadora vaquera los lunes post victoria. Como hacíamos en mi generación con el 9 de Lubo o el 7 del Piojo.

El personal ha recuperado la sana costumbre de presumir de ADN, perdida tras aquellos maravillosos años de albeldas, barajas y dobletes. Ese sentimiento, tangible en las calles desde el empate del 27 de agosto en el Bernabéu, vale más que cualquier solar recalificado. Necesitábamos un grupo de jugadores como el de Marcelino. Currante, con personalidad, identificable, creíble. Carente todavía del puntito canalla que proporciona ligas, pero en el camino de tocar pelo.

Ahora bien, la línea roja que separa la ilusión de la euforia desmedida es finísima. Cada uno es muy libre de elegir discurso público, pero los del barco del Valencia aspirante a campeón de Liga que no cuenten conmigo. Lo último que necesita la plantilla más joven de Primera (23´9 años) es sentirse excesivamente presionada. No perdamos la cabeza. Un sector mayoritario del entorno hubiera firmado acabar la temporada en zona Europa League la noche del estreno contra Las Palmas.

El único momento para pedirle al equipo algo más que el regreso a Europa será la noche previa al partido en el que matemáticamente pueda ser campeón de algo. Como ya ocurriera en 2002 y 2004 en Málaga y Sevilla respectivamente. Hasta entonces, a trabajar en la sombra y sin que se note que el segundo es un club diferente a Madrid o Barça.

Hace diecinueve temporadas que el cuarto clasificado en Liga disputa la previa Champions. El primero en hacerlo fue precisamente el Valencia. Una tarde de goleada al Mallorca y despedida de Ranieri. Desde aquel año 1999, la media de puntos necesarios para conseguir la cuarta posición es de 65. Para alcanzar la mágica cifra al equipo que dirige Marcelino le faltan nada más y nada menos que 41 puntos. Saquen el chándal del armario todos los fines de semana, pónganse la senyera€ pero vayamos partido a partido y ya veremos dónde estamos cuando llegue la primavera. Los delirios de grandeza nunca nos han sentado bien.

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