Mestalla vivió ayer un derbi tranquilo y respetuoso, de altas revoluciones sobre el césped por momentos, pero cordial en las gradas, donde los habituales insultos quedaron aparcados por el bien del fútbol. El gol anulado a Coke, que suponía la ventaja en el marcador para el Levante UD, y el penalti a Zaza, desataron el calor en un colorido choque del fútbol valenciano.

En los compases previos al juego, Mestalla acusó la misma resaca copera que su equipo. Por eso, apenas unas decenas de aficionados blanquinegros recibieron la llegada del autobús de los futbolistas al estadio. Nada más lejos del ambiente vivido el pasado jueves. En definitiva, la tensión en los aledaños del terreno de juego, a una hora de que se iniciase el partido era mínima. De hecho, entre el blanco y el negro de bufandas y camisetas valencianistas, se coló el azulgrana de los «granotes», ilusionados ante una nueva oportunidad de romper el maleficio.

Uno de ellos fue David, uno de los voluntarios del Levante UD que, sin entrada, se acercó a la puerta de autoridades. Allí se encontró con Quico Catalán, el presidente levantinista, que llegó al estadio paseando, entre los aficionados, con total normalidad. Catalán saludó a David, que lucía el chándal granota, y éste aprovechó para pedirle una entrada. El presidente removió cielo y tierra para conseguirle una.

Esa normalidad se trasladó al interior del estadio, donde el intercambio de cánticos entre aficiones fue apacible hasta en los primeros minutos, hasta la llegada del primer gol del Valencia. Mestalla, que no se llenó, animó a medio gas, apoyada en las gargantas de la Curva Nord.

Por primera vez en muchos derbis, las alusiones de unos a otros, de una parte a otra del coliseo valencianista, fueron anecdóticas. Algo más de mil seguidores del Levante UD empujaron a los suyos desde el Gol Xicotet. No dejaron de animar hasta el final, pese a que el gol de Santi Mina enardeció Mestalla al cuarto de hora de derbi. «¡València es blanquinegra!», empezó a corear la grada local.

Sin embargo, sólo unos minutos después, las tornas se cambiaron como consecuencia del tanto de Postigo. «¡València es granota!», respondieron los azulgrana.

Con el partido entretenido y disputado, a la vez que limpio y sin excesivas jugadas polémicas, el ambiente del derbi se mantuvo a bajas revoluciones entre los 39.000 espectadores que al final se acercaron al fútbol.

En la segunda parte, los nervios se acrecentaron entre los locales, que con el paso de los minutos dejaron caer murmullos. El Valencia no terminaba de arrancar y el Levante UD, bien pertrechado, crecía al son de su afición, inagotable. Llegó el gol anulado a Coke y el millar de seguidores azulgrana se quejó amargamente de la decisión arbitral, sobre todo tras el tanto de Vietto. Eso supuso los primeros «recados» a la parroquia valencianista.

Por último, la jugada del penalti a Zaza, que transformó Parejo, terminó por caldear el ambiente entre los levantinistas, que no compartieron la decisión del colegiado. En el bando contrario, el tanto del capitán valencianista dejó paso a los únicos cánticos con referencia para los de Orriols. En los últimos minutos, la temperatura se elevó sobre el césped, con algunas jugadas duras, pero con el final volvió el respeto.