Quince días le han bastado al "Central bar" del chef Ricard Camarena para despertar ciertos recelos entre los vendedores del Mercado Central. Montado sobre el espacio donde estaba el bar de toda la vida, sienten que el nuevo establecimiento no es para ellos, que ni los precios ni los formatos son para trabajadores que se levantan a las cinco de la mañana. Los turistas son los verdaderos clientes de Camarena, aunque, todo sea dicho de paso, son muchos y salen contentos.

"Si antes una cerveza valía 90 céntimos o 1,10, ahora cuesta 1,70", cuenta uno de los vendedores. "Esto se ha enfocado para la gente que viene a verlo, pero no para nosotros ni para la mayoría de los clientes. Si te das cuenta no hay nadie con compra", explica señalando la abarrotada barra del "Central Bar".

Otro de los vendedores se queja más de los formatos, porque hablando de bocadillos el tamaño sí importa. "Es verdad que ha puesto un almuerzo popular de 4 euros para los vendedores, pero el bocadillo es así de pequeño -señala con los dedos- y yo que soy grande y estoy levantado desde las cinco de la mañana, necesito algo más fuerte, con su cerveza, sus olivas y todo eso".

La solución es recurrir a los bares de fuera. Según cuentan, "aquí pedimos las cosas y vienen a repartir todo los días sin problemas".Un tercer vendedor se muestra más comprensivo con el bar y sus precios. Le da mucha notoriedad al mercado, dice, y hay también descuentos para ellos. "Yo me voy fuera porque me gusta más", cuenta.