Carmen Sancho de Rosa no falló a los pronósticos y fue elegida ayer fallera mayor de Valencia del año 2014. No lo tuvo fácil, puesto que la votación estuvo reñida hasta el final y se decantó por el otras veces repetido «tres a dos» con Irene Nabás, la más joven de las candidatas. Tiene 21 años, estudia derecho y aseguró en los días previos que abandonó la idea de ser juez para ser fiscal «porque es más llevadero para tener vida familiar».

Carmen fue una de las vapuleadas tras la elección de la Fonteta. Los disconformes vieron en ella la reencarnación de la aristrocracia en versión fallera, el pedigrí y los «posibles». Su segundo apellido, De Rosa, la introduce en la primera línea social de la ciudad, una auténtica estirpe de hermanos, los De Rosa. Su madre, Carmen, además de ser la presidenta de la comisión del Mercado Central lo es del Ateneo Mercantil. Su tío Fernando es el vicepresidente del Consejo General del Poder Judicial y otro de sus tíos, Alberto de Rosa es director general del grupo Ribera Salud. Dicho de otra forma, un respiro para revitalizar las tesis de la progresía, que llevaba varias falleras mayores de la ciudad con hijas de drogueros, vendedoras de ropa interior o familias que, simplemente, formaban parte de una tibia clase media. Oportunidades quedarán para cascarle. Ayer ya le aferaban que no utilizara el valenciano. Días atrás decía que «por tener familiares conocidos no tengo derecho a salir elegida, pero tampoco a que no me elijan».

«Hemos elegido en clave fallera»

Lo mejor que ha podido pasar a Carmen es que, precisamente, ha sido elegida por un jurado nada proclive a conservadurismos. Más allá de toda la suerte de leyendas, urbanas o reales, sobre presiones repartidas o recibidas en la oficialidad desde su entorno. El presidente de Poeta Alberola-Totana, Aquilino Broseta, socialista convencido, proclamaba que «en las fallas no hay tendencias ni ideologías. Aquí hemos elegido en clave fallera». Un jurado que, íntimamente, hizo pensar en casa de la elegida que su candidatura estaba perdida cuando vieron su composición. Sin embargo, las dos semanas de pruebas han revirtieron los temores para alborozo del domicilio de la avenida del Barón de Cárcer, con vistas al Mercado Central. No era la casa materna, piso abajo, sino la de sus tíos, porque la tenían con reformas. Media docena de fotos de Carmen, vestida de particular y de valenciana, adaptaban el amplio comedor a las circunstancias.

Allí es donde llegaron Begoña Jiménez Tarazona y la corte saliente para cuplir el relevo después de haber firmado un 2013 admirable.

Sabía, o tenía que saber Carmen que estaba en las quinielas. «No sabía si eso podía ser bueno o malo, pero lo cierto es que quien lo decía no eran jurados y, al final, el único criterio que valía era el de ellos, que son los que nos han conocido, los que nos han juzgado y los que han tomado la decisión» ¿Y por qué ella y no cualquiera de las otras? «No lo sé. Quizá habrán visto que amo las fallas... no sé, ya les preguntaré. Lo que sí que puedo decir es que soy fallera desde que nací, que lo vivo, lo siento, que estoy en una comisión muy familiar y que no hay nada que no me guste de la fiesta». Desde las seis de la tarde aguantó la respiración y «apagué el móvil. Quería estar tranquila».

Su año no ha podido ser más redondo. Su falla consiguió un inesperado tercer premio en la Sección Primera A, pero será su sucesora la que disfrutará de verse en Sección Especial el próximo marzo. Y también es vicentina. De la Pila.

Se habrán alegrado en Caravaca de la Cruz, de donde procede la familia materna generaciones atrás. Los Sancho son de Teruel, aunque quien hizo ayer los honores es Fernando Pérez Campos, la pareja de Carmen madre desde que Carmen hija era muy pequeña. Carmen hija y su hermano mellizo.

Hoy seguirán los análisis, las conclusiones, las sentencias, las dudas y las adhesiones. Las fallas cierran su círculo y empiezan a rodar cuesta abajo.