En el corazón de Valencia, al inicio de la calle La Paz y enfrente del Palacio de Justicia, hay dos pequeños parques que pueden considerarse auténticos museos al aire libre. Se trata del Parterre y la Glorieta, que albergan al menos dos de las tres esculturas públicas más importantes de la ciudad, un motivo más que sobrado para dedicarles una visita un domingo por la mañana o un receso en un día de compras por la también cercana calle Colón.

En la Glorieta, junto a la calle General Tovar, puede admirarse la que pasa por ser la más valiosa estatua de las más de doscientas que hay al aire libre en la ciudad. Se trata del «Tritón», obra del maestro italiano Giacomo Antonio Ponzanelli, que recibió el encargo en 1694 para adornar el desaparecido Hort de Pontons, situado en Patraix.

Desde entonces la pieza ha tenido varios emplazamientos, pero finalmente recaló en este jardín del centro de la ciudad, en el que además hay otras tres esculturas relevantes por el arte que atesoran o por su valor sentimental.

Dos de estas obras son bustos, uno dedicado al pintor Francisco Marco y un segundo que constituye un homenaje de la Asociación de la Juventud Artística Valenciana a Francisco Domingo Moroves.

La otra pieza es en realidad un grupo escultórico dedicado por las «madres valencianas al médico de niños Ramón Gómez Ferrer».

Por lo que se refiere a la Plaza de Alfonso el Magnánimo, más conocida como El Parterre, dos son las únicas piezas escultóricas que lo adornan, pero su valor es extremo. Una de ellas es el «Neptuno», obra también del maestro Giacomo Antonio Ponzanelli. Se trata de una obra de pequeño tamaño situada en el interior de una fuente en la esquina de Pintor Sorolla con la calle Quintana.

Y por último, hay que citar a la gran estatua ecuestre del rey Jaume I, obra del escultor Agapit Valmitjana realizada a finales del siglo XIX. Su gran formato, su realismo y monumentalidad solo son comparables con el gran valor sentimental que tiene para todos los valencianos.

Allí se realiza todos los años la ofrenda floral a Jaume I durante la Procesión Cívica del 9 d´Octubre, que es en realidad una ofrenda al conquistador de la ciudad en el año 1238.

Y por si estos dos pequeños parques no albergaran sufiente arte, a pocos metros de allí, en la Plaza Teodoro Llorente, junto al Palacio del Temple, puede apreciarse la gran estatua de José Ribera, «el Españoleto», obra de Mariano Benlliure.

Esta escultura se instaló en 1888 en la puerta del cercano palacio del Temple, luego fue trasladada en 1905 a la Plaza de Emilio Castelar, para regresar en 1930 a su emplazamiento actual, a escasos metros de donde se expuso por primera vez.