Son muchas las diferencias que hay entre las naves de Demetrio Ribes, ubicadas en la playa de vías de la Estación del Norte y que, cuando se culmine el Parque Central de Valencia, quedarán accesibles desde Russafa y todos los barrios de la ciudad; y las bases de la Copa América, instaladas en la dársena histórica del puerto, aledaña al Cabanyal-Canyamelar. Pero hay una esencial:Las naves, construidas a mediados de la segunda década del siglo XX, cumplían una función pública clave, pues eran talleres al servicio de los ferrocarriles españoles que emergían con la fuerza del vapor irrigando el entonces balbuciente Sistema Valenciano de Innovación (SVI) y representando utopías concretas de la época. Y las bases, construidas en la primera década del XXI, estaban destinadas a la gestión de los yates de una competición de élite que solo tuvo dos ediciones; y surgieron de las fantasías especulativas de unos dirigentes que pusieron la dársena al servicio de intereses privados y del sistema valenciano de corrupción, dejando una deuda de más de 420 millones de euros.

Naves y bases viven hoy transformaciones simultáneas, independientes entre sí pero con interesantes paralelismos al darse en el marco de nuevos gobiernos a nivel municipal y autonómico (posible en España) y, sobre todo, de los albores del cambio en los modelos de producción, de consumo y de vida que está imponiendo la confluencia globalizada de crisis económicas, ideológicas y climáticas, para no hablar de las bélicas y humanitarias. Veamos: Las naves (seis en total) están consideradas como patrimonio histórico y tres tienen la calificación de Bien de Relevancia Local (BRL); todas están siendo reparadas (algunas reconstruidas) para albergar dotaciones al servicio de la ciudadanía. Y de las doce bases, tres han sido recicladas con inversión privada para una escuela de negocios y una aceleradora de empresas; dos han sido derribadas y las demás tienen destino incierto.

Habiendo compartido la indignación ciudadana que producían unos adefesios depositados de forma aleve sobre la dársena, hoy es preciso preguntar por el beneficio social de los implantes emprendedores; y si sirven como antecedente para el reciclaje de otras fantasiosas y costosas infraestructuras como las de la Ciudad de la Luz en Alicante para el sector audiovisual valenciano. Porque hay casos irrecuperables como el del Circuito Urbano de Fórmula 1, del que políticos y técnicos proclamaron -a sabiendas de que no era así, que su coste público sería cero y su trazado e infraestructuras reutilizables.

De los 275 millones de inversión (60 de deuda), sólo podría y debería salvarse la pasarela peatonal del Cuc de Llum, reivindicada por la Plataforma El Litoral per al Poble pero que sigue cerrada por orden del Ayuntamiento hasta que se redefina la urbanización del especulativo PAI del Grao? Y compartiendo la justa reivindicación vecinal de unas dotaciones culturales y deportivas para Russafa, cabe insistir en que las naves pueden tener usos complementarios a nivel de barrio, de ciudad y de país si, por ejemplo, la mayor (la número 1), calificada como BRL, se pone al servicio de la revitalización del SVI.