Las rosas tomarán este fin de semana el relevo de las orquídeas en el Jardín Botánico de Valencia. Esta entidad vinculada a la Universitat de València junto, con Viveros Francisco Ferrer (Grupo Rosales Ferrer), ofrecerá un curso intensivo en el que se podrá conocer y aprender todo sobre el cultivo, el cuidado y el manejo de la que pasa por ser la primera flor del mundo.

Y es que si tuviéramos que elegir una reina de entre todas las flores, sin duda sería la rosa. Su aroma, belleza y diversidad de formas y colores la sitúan entre las más cultivadas y comercializada del planeta, seguida de cerca por el tulipán y el clavel.

El mes de mayo es, además, su mes «favorito» del año, por lo que el Botánico ha decidido ofrecer un curso, impartido por los expertos productores Mercedes Domínguez y Matilde Ferrer, en los que podrá aprenderse la historia, sus variedades y su cultivo. Se podrá conocer, incluso, la colección de rosas, con más de 40 variedades distintas, que el jardín tiene alrededor de l´Umbracle, colección que servirá como base para hacer las prácticas y asimilar mejor los conocimientos.

El curso, para el que hay que inscribirse y pagar una tasa, tendrá su jornada principal mañana, sábado, con actividades que comienzan a las 10 de la mañana y terminan a las 6 de la tarde. Para el domingo, entre las 10 y las 12.30 horas, se ha previsto una visita al vivero de Chiva.

Cuenta la leyenda que antiguamente en la naturaleza sólo existían rosas de color blanco, pero que un día Venus besó una y la flor enrojeció de pasión. En realidad, más allá de la mitología, ha sido la gran adaptabilidad que posee la rosa lo que la ha llevado a ser manipulada por el hombre a lo largo de la historia, luciendo hoy en día una amplia gama de tonalidades en jardines de medio mundo, desde el crema, amarillo y naranja, hasta el rosa, fucsia y el más intenso de los rojos.

Se trata de una flor que ha sido modelada intensamente en nuestro afán de conseguir nuevas especies y variedades con características cada vez más innovadoras y no sólo a nivel cromático sino también en texturas, fragancias y formas, principalmente.

Y es que la rosa engancha, y no sólo por sus espinas. Ya Alejandro Magno, impresionado por su belleza, trajo consigo a Macedonia algunos ejemplares desde Alejandría, donde era cultivada (Egipto, 356 a.C), por no hablar de Josefina de Beauharnais, que supuso un antes y un después en el cultivo de estas flores.

Tal era la devoción de la mujer de Napoleón por las rosas que impulsó y ayudó a los horticultores de la época a hibridar y crear nuevas variedades en su Rosaleda de la Malmaison (1798 -1821), hasta el punto de dar pie unos años después al salto más importante conocido en la historia de estas flores, el paso de las «rosas antiguas» a las conocidas «rosas modernas», sobre las que se asientan la mayoría de las variedades que se utilizan hoy.

La evolución

Las rosas antiguas fueron creadas por el hombre a partir de los primeros cruzamientos entre las rosas que crecían silvestres en la naturaleza, dando lugar a arbustos rústicos, resistentes, con flores sencillas, a menudo solitarias y muy perfumadas, pero de carácter efímero y con poca variabilidad cromática. Así, en un intento de conseguir nuevas variedades más interesantes, surgieron los conocidos como «híbridos del té» ,con los que se inició la nueva era de los rosales modernos, en general menos fragantes pero sí más llamativos, más reflorecientes y con más variedad de formas y colores, juntando así las mejores aptitudes de los rosales europeos y los asiáticos. Era un mundo nuevo que estaba por descubrir y que nos ha llevado a las más de 30.000 variedades que existen actualmente en el mercado.

Con esta nueva colección de rosaledas, el Jardín Botánico pretende mostrar esa evolución, ese largo camino que las rosas han tenido que recorrer hasta llegar al momento actual desde esos primeros cruzamientos entre especies que crecían espontáneas en el medio natural, para que nos empapemos de su gran biodiversidad y apreciemos sus numerosas posibilidades.

La colección tenía ya tres especies silvestres (Rosa canina, Rosa sempervirens y Rosa pimpinellifolia) y con dos rosas de tipo cultivado (Rosa grandiflora, Rosa multiflora), con notables diferencias morfológicas. Así, como si estuviera reconstruyendo un árbol genealógico, el Botánico ha implementado este segundo grupo de rosas cultivadas para poder enlazar mejor este escalón histórico.