El debate sobre las nuevas medidas que el Ayuntamiento de Valencia comienza a aplicar en materia de movilidad resulta positivo, ayuda a que los ciudadanos se acostumbren a participar y a expresarse con libertad.

Detrás de cada opinión hay una persona, un criterio, un motivo, y los diferentes intereses pueden ser conciliados. En la Comisión de Movilidad del Colegio de Ingenieros de Caminos de la Comunidad Valenciana queremos colaborar en el desarrollo de un nuevo modelo de espacio público para su uso compartido, aportando nuestra experiencia profesional.

Somos conscientes de que algunas de las nuevas medidas en el casco histórico de la ciudad, tanto las ya ejecutadas como las propuestas, tienen un marcado carácter eventual. Y la provisionalidad, es bien sabido, a veces tiende a hacerse definitiva (recordemos la Estación provisional del AVE a la espera de que se ejecute el soterramiento de vías del Parque Central, hoy por hoy fuera de toda programación a corto o medio plazo).

Esta tendencia a la precariedad, justificada por la falta de recursos económicos es una estrategia frágil. Una imagen provisional puede transmitir ideas erróneas a los ciudadanos sobre la fortaleza y convicción del modelo de movilidad que se está proponiendo. Una visión plagada de soluciones eventuales destila una imagen destartalada para quien no conoce la ciudad: los espacios urbanos aparecen desordenados, con sensación de abandono. Y lo más peligroso, la provisionalidad fomenta la posibilidad de una «vuelta atrás» para los sectores contrarios al nuevo modelo de movilidad.

Nosotros abogamos por la ejecución de soluciones completas y definitivas que sirvan de ejemplo y apoyo al resto de actuaciones programadas, no solo en el centro histórico. No hace falta ir a Estocolmo o a Copenhague para encontrar modelos urbanos que funcionan. Ciudades como San Sebastián, Bilbao y Pontevedra han recuperado su casco histórico para los ciudadanos, apostando por la reordenación del espacio público. Soluciones convincentes que han actuado sobre la trama urbana, la señalización, los recorridos peatonales alternativos y todo ello, con la consiguiente potenciación del comercio de proximidad y la realización de actividades en el espacio público. El resultado ya está sobradamente probado.

Una de las consecuencias de este cambio del modelo será el incremento sustancial del uso de la bicicleta y el descenso del uso de vehículos privados a motor. Nuestras ciudades mediterráneas, no lo olvidemos, cuentan con condiciones muy favorables para adoptar esos cambios que tienen a los viandantes como principal objetivo. Éste es, sin duda, el principal bien a proteger.

El nuevo modelo de relación entre los diferentes modos de transporte (caminar, bicicletas, transporte público y vehículo privado) exige un esfuerzo pedagógico y cívico a todos los actores, dejando claro cuál es la diferencia entre el espacio para los vehículos y el espacio de los peatones. Ha de exigirse rigor y respeto a este extremo, a favor de la seguridad general, en especial de estos últimos por su vulnerabilidad.

Es preciso, además, contar con herramientas básicas como son la educación, la formación técnica y la participación ciudadana. En este sentido, la colaboración entre instituciones aumenta claramente las posibilidades de éxito. Por ello, mostramos nuestra disposición a colaborar a través de la Comisión de Movilidad del Colegio de Ingenieros de Caminos. Y al tiempo, animamos al Ayuntamiento de Valencia a que siga adelante en la tarea de mejorar la calidad ambiental del centro histórico, con soluciones eficaces y definitivas.