La cocina como centro de la vida doméstica, típica de las casas rurales, inspira la distribución de esta vivienda, mientras que su aspecto formal reinventa el rústico almacén de piedra con cubierta a un agua, en este caso revestida con chapa galvanizada. "La cocina era muy importante –explica el arquitecto Julio Mejón–, ya que sus propietarios son muy buenos cocineros".

Mejón se planteó un proyecto que interrelacionara los habitantes de la casa y los usos que estos hacen de ella. Por esta razón, comunicó los diferentes espacios y dio la misma importancia a los destinados a trabajos y a aquellos que se dedican al ocio. De este modo, en un mismo ambiente se puede cocinar, comer o relajarse.

Esta casa unifamiliar está en una urbanización de principios de los años 70 cercana a Lleida y ocupa una amplia parcela situada en el punto más alto de una planicie que permite disfrutar de buenas vistas.

Cada una de sus dos plantas se ha tratado de forma distinta. La primera se ha planteado como un zócalo de hormigón armado con grandes aberturas: una larga ventana continua comunica la cocina con el exterior, y un voladizo relaciona el porche con el interior, mientras que un gran hueco esquinero en el estar permite introducir el calor del oeste en la casa durante el frío invierno leridano.

Esta planta baja está ocupada por el estar y la cocina, una habitación de invitados, un baño de cortesía, una zona de lavandería y el garaje.

La base de hormigón sirve de plataforma a la primera planta, una estructura ligera cubierta de chapa galvanizada pintada de color azul para que se confunda con el cielo. En este piso están los dormitorios y sus baños y un estudio, bañados por la luz natural gracias a una larga ventana mirador.