La covid-19 ha transformado la actividad de muchos sectores. Y el educativo no podía ser una excepción. Nos enfrentamos a una situación nunca antes vivida que requiere soluciones para afrontarla. El cierre de centros educativos ha sido la primera medida preventiva, pero la pandemia obliga a ofrecer respuestas para garantizar el funcionamiento de la comuidad educativa.

La Unesco, la organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, ha hecho público un informe que revela que en el mundo hay 191 pai?ses afectados por el cierre de las escuelas, lo que supone que ma?s de 1.570 millones de estudiantes han visto suspendidas las clases. ONGD como Save the Children ya avisan del impacto que el coronavirus tiene en millones de alumnos y el problema de la dificultad para acceder a material informático, como ordenadores y tablets, para poder seguir recibiendo una formación.

Brecha digital en educación

Según la Unesco, la mitad del total de los alumnos -unos 826 millones de estudiantes- que no pueden asistir a la escuela debido a la pandemia no tienen acceso a un ordenador en el hogar y el 43% (706 millones) no tienen Internet en sus casas, en un momento en que se utiliza la educación a distancia por medios digitales para garantizar la continuidad de la enseñanza en la inmensa mayoría de los países.

Las disparidades son particularmente profundas en los países de bajos ingresos: en el África Subsahariana, el 89% de los alumnos no tienen acceso a ordenadores de uso doméstico y el 82% carecen de acceso a Internet.

Además, a pesar de que mediante los teléfonos móviles los estudiantes pueden acceder a la información y conectarse con sus profesores y sus compañeros, unos 56 millones de alumnos viven en lugares donde no llega la cobertura de las redes móviles, y casi la mitad de ellos se encuentran en el África Subsahariana.

En España, el Instituto Nacional de Estadística ofrece datos que no son esperanzadores: nueve de cada diez hogares españoles tiene acceso a internet y en el caso de las familias con niños, este porcentaje llega al 97%. Los malos datos se dan en el tramo de ingresos más bajos, es decir 900 euros mensuales netos o menos y se traducen en que el 9,2% de los hogares con niños no tienen internet.

Pero la educación es un derecho que hay que proteger siempre, aún en las situaciones más adversas como la provocadas por la covid-19. Ante estas emergencias, la educación ofrece protección y rebaja las consecuencias psicosociales ya que proporciona un sensación de tranquilidad y, por otra parte, ofrece elementos esenciales para la estabilidad económica en el futuro.

También la educación puede salvar vidas al proporcionar el conocimiento y las aptitudes necesarias para superar una crisis. Integrar la educación sobre riesgos en los planes de estudio y lograr que los centros educativos sean seguros son dos prioridades que contribuyen al progreso de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Unicef mantiene que el sistema educativo tiene «un importante papel en esta emergencia ya que, al afrontar el reto de garantizar el derecho a una educación de calidad e inclusiva en esta situación, permite contribuir al logro de objetivos específicos en la lucha contra la pandemia, por ejemplo, al difundir conocimiento sobre cómo evitar la propagación del contagio y favorecer el mantenimiento de la cohesión social».

La agencia de las Naciones Unidas que trabaja para defender los derechos de la infancia defiende que «la prioridad no es cómo salvar el curso, sino cómo salvar el derecho a la educación e incluso, conectando con la esencia de la misión educativa: cómo contribuimos a frenar el impacto de esta crisis desde la educación, desde cada escuela y desde cada aula».

Efectos perniciosos

Ya se ha comprobado en otro tipo de emergencias humanitarias que el cierre de centros educativos puede acarrear efectos perniciosos para la formación de los alumnos y alumnas, sobre todo para los que proceden de países y sociedades vulnerables. En el caso de que las escuelas estén cerradas, hay que garantizar proyectos estables que puedan asegurar la continuidad del estudio, incluidas las opciones de educación a distancia y el acceso a servicios esenciales para todos. Estos planes también deben incluir los pasos necesarios para la reapertura segura de las escuelas, una vez superadas las primeras fases de la crisis. Cuando las escuelas permanecen abiertas, se deben seguir pautas operativas seguras para garantizar la protección y adecuada información de toda la comunidad educativa.

Y, en cualquier situación, la escuela, según Unicef, «debe contribuir a impulsar la solidaridad global y a eliminar cualquier vestigio de estigmatización o discriminación asociada a la pandemia».