Abraham Kiptum (Kenia, 1989) situó ayer definitivamente a València en el centro del mapa mundial del atletismo en ruta. Lo hizo al batir el récord del mundo masculino del medio maratón, con un tiempo estratosférico (58:18), 5 segundos por debajo de los 58:23 de Tadese en 2010, en Lisboa. Son palabras mayores. Un hito histórico para el deporte mundial y, por supuesto, para la ciudad de València, que ya ostenta las dos mejores marcas de la distancia en los dos géneros. El año pasado fue Joyciline Kepkosgei la que estableció el récord mundial femenino (1:04.51) de la distancia, en València. La ganadora, este año, fue la etíope Gelete Burka, con un tiempo de 1:06:10 por delante de Alia Mohamed (1:06:13) y de Edith Chelimo (1:06:18).

El Medio Maratón de València Trinidad Alfonso EDP cambió este año el recorrido, adaptado al trazado en el pasado Mundial de los 21 kilómetros celebrado en la ciudad. Menos altimetría, menos giros y más protección del viento. A las bondades del nuevo trayecto, más amable que el anterior, se unieron ayer otros factores claves. Primero, el clima. La bajada de las temperaturas -la carrera se corrió entre 10 y 15 grados- , el viento prácticamente nulo y la baja humedad (menos del 60%) fueron determinantes. Nueve corredores bajaron de la hora, un hecho inédito en la historia de la distancia. El segundo, el espíritu competitivo del ganador, un corredor joven (29 años) para semajante reto que creyó de verdad en pulverizar el registro anterior. Especialmente a partir del kilómetros 13. Tan vertiginoso era su ritmo, tan ligera su cadencia de carrera, que su mánager, Juan Pedro Pineda, le gritó desde la moto que ese era el momento. Que apretara, que la situación era inmejorable para atacar el récord del mundo. Kiptum, que llegaba a València con una mejor marca de 59:09 lograda hace poco más de un mes en Copenhague, efectivamente, metió dos marcha más a la altura de las Torres de Quart y se dirigió volando hacia la meta. Era el escenario soñado. Atravesó el centro de la ciudad alentado por el gentío, repitiendo en su cabeza una frase celestial: «Me voy a por el récord del mundo». Fue un momento delicioso, para él y para la organización. Ya nada le paró.

Es imprescindible incidir en la ayuda metereológica lo mismo que en la altimetría del recorrido, 13 metros «más bajo» que en el anterior trazado. Antes, los corredores subían desde los 0 metros de la zona del Puerto a los 23 de la Plaza del Ayuntamiento. Ahora el desnivel sólo es de 10 a 23. El tramo final, desde el centro de la ciudad hasta el bulevar sur, es una bajada cómoda, ayer con el ligero viento a la espalda. Del tiempo hay que hablar porque se subrayó mucho en los días previos y se volvió a insistir, pero ahora con preocupación, el sábado por la noche, sólo 12 horas antes de la carrera. La inesperada lluvia torrencial que cayó sobre València causó el pánico entre la organización y los corredores. Le pasó al propio Kiptum. «El sábado por la tarde, estábamos los dos comprando un teléfono nuevo, y cuando salíamos de la tienda me dijo: ´oye, ¿esto va a ser así mañana´», recordó ayer su entrenador, Pineda.

Al contrario. La lluvia del sábado resultó ser finalmente una bendición. «Hubo susto-muerte. Pero, al final, la tormenta fue muy beneficiosa. Dejó mejores iones en el ambiente y limpió la atmósfera. Es normal que los corredores africanos teman tanto a la lluvia. En África corren en la tierra y el barro es el peor enemigo. Aquí el recorrido quedó totalmente limpio», explicó Paco Borao, el director de la organización. Estaba exultante.

Kiptum y el resto de la tropa africana lo comprobaron. El nuevo récordman mundial iba como un cohete hacia la meta desde mitad de la carrera y, tras él, otros 8 corredores con tiempos estratosféricos, todos por debajo de la hora. Tras el ganador llegaron a la meta el etíope Jemal Yimer (58:33) y su compatriota Abadi Hadis (58:44). El récord de la prueba hasta este año estaba en 58:54, conseguido por Abraham Cheroben en 2014.