Hace casi un mes, veíamos como uno de los monumentos más emblemáticos de París era parcialmente consumido por las llamas. Las duras imágenes del incendio de la catedral de Notre Dame conmovían al mundo entero. En solo dos días, el proyecto de reconstrucción había recaudado 850 millones de euros, cantidad que superaba con creces las estimaciones iniciales de daños. Por supuesto, los donantes han favorecido su imagen de cara al público con este acto. Pero esto no es más que fachada. Cada día mueren 8.500 niños de hambre al no disponer de los suficientes recursos económicos que cubran sus necesidades vitales. Viendo la facilidad con la que se obtienen millones y millones de euros mediante donaciones, debería resultar extraño que una causa mucho más importante como lo es el desarrollo del tercer mundo no reciba tal cantidad de dinero. Sin embargo, eso no interesa a las empresas, que ven en él un posible competidor de cara al futuro o un terreno menos que explotar en el presente. Así que ahora toca plantearnos cuáles son las verdaderas prioridades de nuestra sociedad.