En la calle, en el bar, en el trabajo. Si nos paramos cinco minutos a observar a aquellos que nos rodean podremos contar decenas, cientos, miles de personas mirando el móvil. ¿Qué le pasa a la sociedad? ¿Acaso lo que sucede a nuestro alrededor es tan aburrido y monótono que sentimos la irremediable necesidad de buscar algo de entretenimiento delante de nuestras pantallas? Yo creo que no, lo que pasa es que hemos llegado a un punto de dependencia del que parece difícil prescindir: alarma, mapas, cámara, música, números de teléfono, emails€ ¿Seríamos capaces de retroceder 10 o 15 años y llevar a cabo tareas cotidianas sin usar la tecnología? Sería un pequeño o quizá un gran esfuerzo pero a la vez, algo satisfactorio ya que podríamos darnos cuenta de lo que es disfrutar de una comida sin móvil, mantener una conversación sin pantallas de por medio, disfrutar de un simple paisaje€ En definitiva, disfrutar de todo sin importar el tiempo, los mensajes y toda esa inmediatez a la que nos hemos ido acostumbrando y que se ha instaurado en nuestras vidas haciendo de nuestro día a día algo estresante. Porque no nos engañemos, vivimos en un mundo en el que estamos casi obligados a estar pendientes del móvil continuamente ya sea respondiendo mensajes, llamadas, emails o comentando fotos de las vacaciones de tus amigos a través de redes sociales. Nos hemos olvidado del «luego» y sólo existe el «ahora», el «ya». Creo que todos deberíamos reflexionar sobre el uso del móvil y regalarnos al menos, un día sin él y entonces verlo desde una perspectiva diferente, como una herramienta que ayuda a hacer nuestro día a día más fácil y no como una extensión de nosotros mismos que hace que las relaciones se deshumanicen cada vez más.