Así como una cantidad desmesurada de gaseosa produce una escandalosa pero inofensiva explosión de carbonato, la nitroglicerina en muy pequeñas cantidades consigue detonaciones de imprevisibles consecuencias. De aquí podemos deducir que el griterío ensordecedor de un estadio de fútbol es la gaseosa donde la masa se desactiva y malogra su esfuerzo sin productividad, más allá formar parte la mansedumbre que en su "relativa" rebeldía obedece horarios, acata precios y hace cola sin rechistar. ¿Cómo concentrar todo ese poder en un punto donde la esencia pese más que el producto a granel? En una urna, a presión, condensado, concentrado, confiando en que la Democracia con sus fallos, sea mejor que el totalitarismo con los suyos. Yendo a votar para anular la intención retorcida de los que no creen en el sufragio, para impedir que, como ellos dicen, "por la caridad entre la peste", y usen los mecanismos de la libertad para atacar la esencia de los derechos humanos desde dentro, acabando con ella... ¿Tenemos memoria? ¿Conocemos la historia? ¿Vamos a desdeñar lo improbable hasta que se haga posible? Esto no va de partidos, ni de programas, ni siquiera de bandos. Va de derechos, de humanidad, de solidaridad, de evolución, de paz. Ni uno solo estadista en toda Europa predijo el alcance que tendrían las proclamas del Nacional Socialismo en Alemania.

¿Esperamos a ver en la tele lo que pasa?

Tu opinión en el bar sólo le importa al camarero, porque consumes su café.

¡Vota! , no vaya a ser que sea la última vez.