Hoy tenemos en las noticias un nuevo choque frontal de opiniones a tenor de las palabras que la ministra de educación ha emitido como justificación frente a la medida del control que pudieran ejercer los tutores o tutoras de una persona que todavía no es considerada civilmente como adulta y que está en vías de formación. Existen textos preciosos sobre la propiedad de los hijos y el desapego en la vida, como el del poeta libanés Khalil Gibran o los dichos que R. Tagore brindó a la educación. En mi opinión, señora directora, creo que el verdadero problema actual es similar a la amenaza que sufrió aquel muñeco que cobró vida en un cuento. Nuestros Pinochos deberán enfrentarse solos en muchos momentos a las lecciones de la vida y ante una seducción o interacción no van a saber discernir si tienen delante a Pepito Grillo o a ese zorro malvado y paradójicamente llamado «el Honrado Juan». Pero somos los tutores y tutoras los que debemos ayudar a nuestros proyectos de persona adulta a distinguir entre el engaño y la buena intención, no dejarlo sólo a terceros. Si no les sirve para alcanzar la felicidad, ya que cuesta creer en las hadas, que les haga crecer en fundamentos para decidir. Sabemos que la madera es difícil que se convierta en carne, pero es justo y merecido que esa madera provenga de unas buenas raíces y un tronco firme. Por eso centrémonos en que lo mejor que podemos hacer por ellos y ellas es regalarles un buen Pepito Grillo antes que un móvil inteligente.