Se ha abierto al público (tras tres meses de inactividad) el SMAC (Servicio de Mediación Arbitraje y Conciliación) en Valencia, tanto para la celebración de actos de conciliación que quedaron suspendidos por el estado de alarma decretado por la #Covid_19, como para la presentación de demandas de forma presencial y simultáneamente obtener fecha y hora para la celebración del acto de conciliación como requisito previo a la vía judicial. Dicha apertura ha resultado ser un caos. Sin control suficiente. A mayor abundamiento, nada más iniciar el proceso de atención al público ha "cascado" el sistema informático y la presentación de demandas ha quedado, inicialmente, suspendida, en tanto los administrados (clientes como en la cola de cualquier establecimiento de alimentación/vestido, etc. pero peor) en la calle soportando un sol de justicia.

Tras quejas diversas, el servicio ha decidido coger la documentación comprometiéndose a comunicar día y fecha mediante correo electrónico. Tras, como dicho, tres meses, que durante dicho periodo podían haberse organizado suficientemente para cuando llegara este día, cuando han abierto al público los ha cogido, como suele decirse, "con el culo al aire", "en bragas", "cagando", etc. O sea, de cara al administrado una x. Eso sí, con todos y cuantos respetos y consideraciones proceda al personal el cual se ha visto desbordado por la falta de previsión de los responsables del organismo los cuales tal vez sentados en sus sillones y con el ambiente en el mejor de los estados ni se habrán enterado o, en caso de haberlo hecho, es muy posible que hayan pasado del administrado y su problemática; teniendo que ser aquellos, los empleados de base que dan la cara, los que han tenido que soportar las quejas y cabreros de los pacientes administrados.

La administración pública debe entender, ya de una vez por todas, que está al servicio del administrado el cual merece el respeto y la atención debida para obtener la mejor respuesta por parte del funcionariado el cual debe situarse, metafóricamente, a la otra parte de la mesa e, intentando ponerse en la piel del administrado, colaborar con él y ayudarle en tantas dudas como pudiera tener al objeto de satisfacer sus necesidades y, en tanto ello fuere posible, solucionar la causa para la cual ha acudido al auxilio de quien debe poner todo su empeño para que el que tiene delante de sí, tal vez perdido entre una maraña de normas que por los requisitos exigidos le son desconocidas, obtenga de forma satisfactoria la respuesta adecuada a su situación.