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En el punto de urgencia que vive el club albinegro, en el drama continuo al que le han conducido, una derrota digna es tan inútil como cualquier otra. Cero a uno perdió el Castellón ante la Real Sociedad, gol de Labaka, y los dos se quedan como estaban. Los de casa, últimos, sin apenas argumentos futbolísticos, sólo con rabia y orgullo en el césped y la grada, y jaleo institucional; y los de fuera, primeros, lanzados hacia el retorno a la aristocracia del fútbol español.

A la Real de Lasarte, líder del torneo, le bastó con no cometer errores, amurallándose en el medio y dejando la agitación en las piernas de Emilio Nsue, para confiar en el paso de los minutos, consciente de que tendría la suya. Y es algo que se repite contra el colista, un Castellón que se desangra, herido de muerte desde el verano fatal.

No mereció perder ayer el equipo de Márquez, pero no es ése el principal problema. La cuestión es que, jugando mejor o peor, sólo se acumulan tres victorias, mediado diciembre, y tantas derrotas como puntos. Tan escasos caminos conoce el Castellón al triunfo, tan pocas maneras de ganar, como muchas vías a la estocada sus rivales. Con la dinámica en contra, el viento se le gira siempre a traición.

Una acción de estrategia ejecutada con modélica precisión decidió el partido. Botó el córner Elustondo, peinó Xabi Prieto en el primer palo y embocó Labaka desde cerca. Una jugada sencilla y devastadora, un gol eterno que pareció un condena.

El cero a uno, que llegó antes del ecuador del primer acto, no minó la moral de los locales, que gobernaron el partido como no lo habían hecho durante todo el curso. Lastrados por la evidente carencia de recursos con la pelota, y por la falta de confianza de algunos futbolistas, el equipo albinegro lo intentó de toda manera posible, en un ejercicio honesto, frustrante y casi enternecedor.

Se arrimaron Mantecón y Enguix, hombro con hombro, para acentuar el dominio tras el tiempo de descanso. Sobando la manzana con ansiedad y sin tino, incapaces de hincar el diente, se merodeó el empate, en innumerables llegadas al área, casi siempre persiguiendo la estela de Palanca en el flanco diestro. Una vez en territorios definitivos, arribó la paradoja. La tarde en la que Bartolomé Márquez juntó dos delanteros de inicio, Leonardo Ulloa y Nico Medina, se remató poco, para lo que se pisó campo rival, y cuando se hizo, se hizo sin puntería.

Tras el animoso arranque de segundo tiempo, alzándose contra la ley de la gravedad, la Real enredó el partido con oficio. La entrada de Markel, y después la de Aranburu, posibilitaron la discusión por la pelota en el medio. Asomó Xabi Prieto, regalando retales de clase natural y, entre unos y otros, incluyendo al nefasto Pino Zamorano apagaron, primero, al Castellón que, luego, se desquició, en los últimos minutos.

Márquez, que había comenzado el encuentro sin zurdos, terminó con los tres sobre el césped. Uno de ellos, Diego Reyes, enroscó para servir a Ulloa la mejor oportunidad del partido, a poco del final. El cabeceo, bueno, del delantero se topó con la madera, y no quiso entrar, como antes otro en la última jugada del primer tiempo, tras un centro templado de Palanca.

No entró ninguna, y la inercia sigue arrastrando al Castellón, que extravió en alguna parte la capacidad de competir, hacia el desastre definitivo. No podía ocurrir otra cosa en Castalia, en el último partido del año. El 2009 que se encaró hacia el anhelo del ascenso, y que termina en caída libre hacia la Segunda División B. Un año para matar un lustro, un verano para destrozar una plantilla llena de tesoros que se habían ido acumulando con mimo, y se medio regalaron, y una derrota pírrica y cruel, en definitiva, para asimilar cuanto antes, a seis puntos de distancia de los puestos de permanencia, el sufrimiento y el dolor que se avecinan.