Japón está en alerta por el estado de tres centrales nucleares. La falta de electricidad en la de Fukushima hizo que dos reactores entraran en fusión nuclear, era lo peor que el sábado esperaban las autoridades del país. Ayer se supo que un tercero también empezaba a presentar problemas aunque se conseguía mantenerlo refrigerado.

A la alarma de esa central, se sumó la planta de Tokai, situada a 120 kilómetros al norte de Tokio, cuyo reactor está siendo enfriado con un único generador eléctrico de los tres que tiene. Los otros dos de los que consta el sistema de refrigeración han fallado a consecuencia de la catástrofe. Una tercera, la de Onagawa, en la costa de la prefectura de Miyagi —la más cercana al epicentro del terremoto—, tiene declarado desde ayer el estado de emergencia tras detectar en su exterior niveles de radiactividad superiores a los permitidos. Sin embargo, se ha querido restar importancia por parte de la empresa que dirige la central, Tohoku Electric Power Company, y se asegura que «los tres reactores están bajo control y no tiene problemas de funcionamiento».

«No es un nuevo Chernóbil»

La principal preocupación hasta el momento había sido que el núcleo número del reactor uno deFukushima no entrara en fusión y todos los intentos de las autoridades japonesas se centraban en tratar de enfriarlo. Ayer, el problema aumentó a tres reactores sobrecalentados. Dos de ellos, en fusión, el tercero aún refrigerado pero en una situación «complicada». Lo más importante, mientras inundaban los dos primeros con agua de mar para enfriarlos, era que la vasija que los contiene, sobre todo en el caso del reactor uno, se mantenga intacta para evitar una fuga descontrolada de radiactividad como sucedió en Chernóbil en 1986.

El director técnico de Protección Radiológica del Consejo de Seguridad Nuclear, Juan Carlos Larijo, afirmaba que «la visión más optimista es pensar que las barreras no se romperan y no habrán fisuras ni grietas en las barreras para evitar que los materiales radiactivos lleguen al medio ambiente». Sin embargo, Larijo no establecía la comparación con Chernóbil, ya que «no hay explosión nuclear como sucedió entonces». En cualquier caso, Larijo reconoció que las primeras barreras para evitar que la radiactividad llegue al medio ambiente «han fracasado ya». Ya que hay liberaciones controladas de materiales radiactivos al exterios, «pero hay que evitar que estallen las barreras y que se produzcan de manera descontrolada. Sería un hecho muy grave».