El aeropuerto de Castelló, en el que se han invertido 150 millones de euros, sigue sin fecha de apertura un año después de su inauguración. La incertidumbre sigue marcando el futuro de una infraestructura con errores de construcción pendientes de subsanación, un pleito entre la Generalitat y la empresa concesionaria, y una imagen muy deteriorada por la gestión de sus responsables públicos.

El domingo se cumple un año de la inauguración del aeropuerto. El multitudinario evento, que congregó a 1.500 personas, estuvo condicionado por las prisas, ya que se celebró a apenas tres días de la prohibición de actos que marca la Ley Electoral. El presidente de Aerocas, Carlos Fabra, no ocultó su intención de rentabilizar electoralmente la instalación e intentó sin éxito organizar visitas guiadas antes de los comicios.

La justificación que dio para inaugurar un aeropuerto sin aviones fue motivo de escarnio nacional: "Hay quienes dicen que estamos locos por inaugurar un aeropuerto sin aviones. No han entendido nada del acto. Este es una aeropuerto para las personas. Durante un mes y medio, cualquier ciudadano podrá visitar esta terminal o caminar por la pista de aterrizaje". Aquella frase todavía colea y el propio ministro de Asuntos Exteriores, el popular José Manuel García-Margallo, proclamó hace unas semanas que España "es el único país del mundo en que hemos inaugurado aeropuertos peatonales".

Fabra se superó a sí mismo cuando, con tono cariñoso, preguntó a sus nietos: "¿Os gusta el aeropuerto del abuelo?" Una anécdota que resume el carácter personalista del proyecto, como se confirmó después con la colosal escultura de Ripollés, inspirada en la figura de Carlos Fabra, como reconoció el artista. Francisco Camps también estuvo en la inauguración y no escatimó elogios hacia Fabra, al que calificó de "visionario" y "autor intelectual del proyecto". Y proclamó: "Castelló está en lo más alto de la historia de España. Es la culminación de un sueño".

El sueño convertido en pesadilla

Un año después, el sueño se ha convertido en pesadilla. La previsión optimista de Carlos Fabra de poner en marcha la infraestructura en dos meses se topó de bruces con la cruda realidad. El tiempo ha demostrado que aquella inauguración precipitada llevó a tomar decisiones que hipotecaron el futuro del aeropuerto.

Por aquellas fechas, la Generalitat firmó la recepción de una obras a sabiendas de que había errores de construcción, como la plataforma de giro de la pista, que se hizo pequeña. También rubricó un nuevo contrato con la empresa concesionaria, que, unos meses después, tuvo que romper porque no puede asumir su coste económico.

Aerocas y Concesiones se acercan

La instalación sigue sin fecha de apertura. Aerocas negocia en Madrid la concesión de los permisos. De forma paralela, busca un acuerdo económico con Concesiones Aeroportuarias para intentar que retire la demanda y evitar que el conflicto se resuelva en los tribunales. La obra de corrección de la cabecera de la pista de aterrizaje está pendiente de esta negociación, que ambas partes afirman que está bien encarrilada.

Ya nadie se atreve a poner plazos. El presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, anteayer que se pondrá en servicio "cuando haya garantías" de que va a ser utilizado. "No se va a abrir un aeropuerto para que no haya aviones", sentenció.