Un nacimiento y un embarazo los solemos asociar con alegría e ilusión en la familia a la que tocan pero en muchas ocasiones llegan, no solo de forma inesperada, sino que también de forma no deseada. En estas situaciones, a pesar de los problemas que puedan ocasionar en la vida de los padres, es normal el reajuste de las expectativas, incluyendo al bebé en ese futuro en el que no aparecía. Aún así, hay quien toma la decisión de abortar (en 2015 se realizaron 94.188 interrupciones voluntarias del embarazo en España, según los datos recopilados por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad) o dar en adopción a la criatura y continuar con su proyecto de vida original. Así explicado parece tan poco trascendente como cambiar lo que se va a hacer de cena porque nos falta algún ingrediente...nada más lejos. La cantidad de emociones, sentimientos, reajustes y cuestionamientos que entran en juego son elevadísimos (teniendo siempre en cuenta la variabilidad individual de cada caso). Factores culturales, familiares y la propia idiosincrasia de cada persona influyen en cómo se vivencia esta situación. A priori se puede tener una idea muy clara sobre el deseo de no tener descendencia o de no tener más, incluso de la determinación que se llevaría a cabo en caso de una gestación inesperada pero, como en casi todo en la vida, el enfrentarse directamente con esa realidad plantea parámetros no tenidos en cuenta anteriormente. Todo este cúmulo de sensaciones se ve gravemente afectado cuando, además, la pareja no comparte la decisión y se debe llegar a un acuerdo en el que uno va a tener que ceder al 100%, lo que suele ser un desencadenante clave en la ruptura de la pareja o en el desajuste de la relación. Situaciones más complicadas serían los embarazos producidos por violación o los de menores, donde las implicaciones psicológicas están más afectadas si cabe. Lo que sí está claro es que, se tome la decisión que se tome, existe una huella que queda patente. El modo de asimilación que cada uno tenga es lo que puede determinar la aparición o no de un trauma, independientemente de la decisión tomada, consistente en un trastorno post-traumático, tras el aborto, o en una depresión post-parto. El acompañamiento psicológico durante estos procesos y el fortalecimiento de las habilidades de afrontamiento y resiliencia minimizan estas cargas tan dolorosas.