Síguenos en redes sociales:

La Trituradora

Y a nadie se acuerda de Frank Castelló. El fútbol en general y el Castellón en particular tienen una cosa bastante sana, una vacuna contra los egos. Somos efímeros, nadie es más grande que el club, todos estamos de paso, solo lo esencial permanece. Parece una obviedad pero conviene recordarlo. Evita mareos y vértigos y actúa como advertencia. Todo el que ha llegado pensando que había inventado algo, todo el que desde fuera pensaba ver algo que desde dentro era increíble que no se viera, todo el que se ha creído algo que no era, todo aquel que intenta priorizar su interés contra el bien común, todo aquel que eso abraza suele terminar regular tirando a mal.

Ya nadie se acuerda de Frank Castelló porque el fútbol es ciencia infusa. Frank manejó a la perfección la carencia, el año pasado, pero se vio desbordado por la abundancia, en el presente. Lo mejor de no tener donde elegir es no tener cómo cagarla, porque el poder de elección conlleva el riesgo del error. Frank cometió errores, y quién no, pero no sé si tantos y de tanta gravedad como para merecer un castigo tan grande y tan rápido. Qué hubiera pasado este año con paciencia y continuidad es algo que ni merece la pena pensar: ni depende de nosotros ni va a ocurrir ya.

El Castellón tiene también un punto de labor social. Si no echaran al entrenador yo no podría recordar cada año que, desde 1990, desde que Luiche consiguió la permanencia en Primera, solo tres entrenadores - Oltra, Moré y Cuesta- han conseguido completar una temporada. Quizá no sea este el caso pero algo hay latente ahí, porque nunca nos parece que sea el caso, porque siempre lo vemos más o menos normal, pero igual un día, si alguien cambia al fin los cuentos por el dinero, podamos preguntarnos en serio por qué nos pasa esto, qué club construimos entre todos que en la práctica es una trituradora, y no solo de entrenadores, también de eso que llaman personas.

Pulsa para ver más contenido para ti