La condición omnívora de los humanos implica que su salud esté directamente relacionada con la de los animales que nutren su dieta carnívora. Y en esta cadena sanitaria hay un eslabón clave: Los veterinarios.

Estos profesionales, además de ejercer de «médicos» de los animales, velan por la seguridad de la cadena alimentaria. «Si hay algo rigurosamente controlado es la seguridad alimentaria. El caso de las 'Vacas locas' fue un punto de inflexión, y el control veterinario es absoluto», explica Luis Miguel Gargallo, recién reelegido presidente del Colegio Oficial de Veterinarios de Castelló.

Gargallo, veterinario en Producción Animal en los servicios territoriales de la consellería de Agricultura en Castelló, afronta su tercer mandato de cinco años al frente de la entidad. Ha confeccionado una directiva integrada por siete miembros más, en representación de cada una de las ramas que acaparan la actividad de los veterinarios ( mataderos, desarrollo rural, clínicas de animales y sector agroalimentario).

En la actualidad, la entidad cuenta con 350 colegiados. «Todos los licenciados deben estar colegiados obligatoriamente», precisa Gargallo.

El presidente señala que, al margen de los temas pendientes del colectivo, uno de sus objetivos en este tercer mandato es cambiar de sede. «El colectivo ha ido aumentando y la actual sede se nos queda pequeña», dice. «También pretendemos mejorar el apartado relativo a la comunicación electrónica, un imperativo legal, a la hora de relacionarse con la Administración e incorporar a los jóvenes a la vida colegial», puntualiza. «Y por, último, la apertura de nuestra actividad profesional a las distintas ramas, porque no todos se tienen que reducir a las clínicas de pequeños animales», añade.

Las competencias básicas de la profesión de veterinario pivotan en dos ámbitos: Administración y salud pública. La primera abarca granjas, explotaciones ganaderas y salud animal (movimiento y producción de animales). Y la segunda, inspecciones de cocinas, restaurantes y locales que elaboran y manipulan alimentos cárnicos, y sus derivados.

Un grupo importante del colectivo ha optado por el ejercicio libre de la profesión dirigido básicamente a las clínicas de animales, y entre ellas, las de mascotas y pequeños animales. «El registro de todos estos centros es competencia del colegio, y tiene que haber un colegiado al frente de la dirección», asevera Gargallo.

Gargallo comenta que el colegio ha observado algún caso de intrusismo, aunque no es una práctica extendida: «El colegio persigue el intrusismo. Abre expediente deontológico o incluso lo derivamos a la fiscalía se observamos posibles responsabilidades penales».

El presidente remarca la rigurosidad de los controles sanitarios en el ámbito agroalimentario: «En la granja, la inspección incluye hasta la alimentación (piensos) de los animales», subraya. «Y en los mataderos se revisa la documentación de los controles de los animales en origen, además de la canal de los animales».

Otras funciones del Colegio de Veterinarios son el registro informático valenciano de identificación animal y la red de vigilancia de diez enfermedades de animales potencialmente trasmisibles al hombre, que al ser detectadas por el veterinario se introduce en la base de datos para confeccionar un mapa.

«Y, demás, ponemos el acento en una faceta primordial como es la formación de los colegiados, con cursos de actualización y reciclaje en todas las áreas», dice el presidente.

Gargallo considera que hay suficientes veterinarios en la provincia, aunque quizás hay un déficit de recursos en la ganadería. También lamenta la nula oferta académica pública en la Comunitat Valencia para cursar la titulación. «Solo ha dos facultades, en València, y además son privadas». Reclama la especialización de veterinarios, mediante una enseñanza reglada, como ocurre con los médicos, y lamenta los bajos sueldos que imperan. «Trabajamos para dignificar la profesión, porque un sueldo a la baja redunda en la calidad del servicio».

Por último, Gargallo apunta otras dos reivindicaciones: un veterinario en las batidas y en los 'bous al carrer'. «Que haya un profesional independiente que examine el animal cuando llega, y después, para su posible remisión al matadero o a su punto de origen», concluye.