Si algo tienen claro Djilali Mazari y Khouni Mohamed Boulem es que después de lo sufrido no hay perdón para nadie. «Yo perdonaré a quien reconozca lo que ha hecho. Si me quitan los antecedentes y admiten que se han equivocado los perdonaré. La verdad sólo tiene un camino», asegura Mazari, un musulmán asiduo de la gran mezquita de Valencia. «Yo tampoco puedo perdonar, no se olvidan fácilmente tantos días encerrado», sostiene Boulem.

Ambos recuerdan que fueron detenidos, acusados y tratados como terroristas, algo que para un creyente resulta inconcebible. No en vano a lo largo de toda la conversación un mensaje se impone por encima de los demás: «En el Islam no tienen cabida la violencia».

Es más, creen que el paso injusto por la cárcel puede ser un elemento de radicalización muy contraproducente para el país. «En la cárcel -dice Mazari- uno entra por robar un huevo y sale preparado para robar bancos».

Su sugerencia, por tanto, es que Baltasar Garzón, al que acusan de perseguir islamistas «por dinero, por fama y sin pruebas» dirija su mirada hacia Israel y persiga a los autores de las últimas matanzas en Gaza.