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La adjudicación de la falla municipal ha puesto en evidencia que la tendencia para el monumento de la ciudad mantiene la misma línea editorial desde hace muchos años: una falla que sea correcta, bien resuelta técnicamente, con una escultura adaptada a las nuevas tecnologías, pero sin un carácter emblemático que le permita acaparar el protagonismo de la fiesta, que durante este tiempo pasa a las ganadoras de la sección especial, especialmente, por sus magnitudes, a las de Nou Campanar.

Esta reflexión la lanzó ayer uno de los artistas que optaron al concurso de este año, Manolo García, y que proponía una falla-espectáculo, que fue desestimada por el jurado, compuesto por los representantes municipales y de la Junta Central Fallera. Estos se decantaron por el proyecto de Pere Baenas, un artista de solvente profesionalidad, habituado a grandes volúmenes y que ya ha plantado en la plaza municipal.

Sin embargo, Manolo García sostiene la tesis de que «desde primeros de los años noventa, la falla del ayuntamiento no genera emoción. No las recuerdas. Son demasiado un "más de lo mismo" y me remito a las pruebas. Yo no digo que estén mal hechas, que no lo están, sino que a un monumento así le tienes que exigir otra cosa».

Manolo García no es, precisamente, un recién llegado en las lides artísticas. Ha sido el carpintero de ocho fallas municipales «de cuarenta de sección especial y más de 800 en todas las categorías». Curiosamente, sus fallas firmadas son más conocidas en Alicante, donde ha rozado varias veces el primer premio de sección especial merced a su especialidad: las composiciones de «vareta».

El proyecto que presentó y que fue rechazado estaba dedicado a Leonardo da Vinci, con un traslado de sus inventos a aplicaciones para la actualidad, que se remataba con una cabeza de Leonardo que empezaba en cartón y acababa con barbas de madera. El proyecto contaba con un equipo formado por Jordi Ballester, Rafael Alguer, Miguel López, Manuel Algarra, Daniel López y Salvador Vicent y se remataba con efectos de luz a cargo de Pasarela. «La enseño ahora porque este tipo de fallas sólo sirven para el ayuntamiento. No como las que se plantan ahora, que valen igual para la plaza que para cualquier demarcación de la sección especial, donde, por cierto, no ganarían el primer premio».

Controversia interrumpida

Hay que remontarse un par de décadas para recordar el debate que se suscitó con la falla municipal. En principio, esta falla se convertía en atracción turística: en los años sesenta y setenta se caracterizaban por la monumentalidad y por la reproducción de edificios o esculturas (Torre de Pisa, Torre Eiffel, Estatua de la Libertad...). Tras unos años de atonía llegó la revolución a mediados de los ochenta con las fallas de Manolo Martín (el «seiscientos», la clonación del ayuntamiento o la excavadora, en colaboración con Ortifus). Después volvió la monumentalidad de la mano de José Martínez Mollá (Victoria, David, Carmen...) para, desde entonces, pasar a ser fallas convencionales, más en las líneas imperantes en las fallas de sección especial. Lo que, unido al incremento de los presupuestos en esta categoría, han acabado por desplazar su protagonismo. «Lo puedo plantear con una pregunta: ¿alguien se acuerda de qué iba la falla municipal de 2009, por ejemplo» sentenció Manolo García, quien asegura que volverá a presentar proyecto para 2012 «aunque no me lo den».