Los tartamudos tienen una historia con mayúsculas en la que brillan los grandes personajes históricos que sufrían tartamudez: Moisés, el líder bíblico que movía a las masas; Demóstenes, el excelso orador ateniense; Winston Churchill, el premier cuyos discursos enardecían a la opinión pública; «Cla-cla-claudio», el cuarto emperador romano de la dinastía Julio-Claudia; o Jorge VI, el monarca británico cuya lucha contra la tartamudez retrata la película El discurso del rey, ganadora de cuatro oscars en esta edición. Ésa es la cara «bonita» de la historia de los tartamudos. Pero detrás hay una dramática cara oculta, sufrida en silencio, que gracias a la difusión de la película ha visto la oportunidad de salir del armario para buscar la ayuda de la sociedad.

Al pactar la entrevista, sugirió la posibilidad de hacerla por escrito. ¿La inseguridad acompaña siempre al tartamudo?

Sí, la inseguridad acompaña siempre.

¿Por qué?

Porque nunca sabes cómo va a reaccionar el interlocutor. Suele ocurrir que tú estás tartamudeando y la otra persona desvía la mirada de tu cara. Y empiezas a pensar si te estará escuchando o no.

Esa inseguridad seguro que deriva en falta de relación social. ¿La tartamudez es causa de marginación social?

Hay personas tartamudas a las que marginan y también hay personas tartamudas, sobre todo en la juventud, que se automarginan. Incluso pueden llegar a un suicidio social. Es decir, que no se comuniquen con nadie. Que no bajen a comprar tabaco, que se escondan cuando ven al vecino. Cosas así…

Eso es un drama…

Un drama grande. Muchos tartamudos no cogen el ascensor con un vecino para no tener que hablar con él. Otros no entran en tiendas para que no se les ría la gente ni les hagan caras extrañas como si fueran un bicho raro. A mí me ha pasado. Y mientras que a una persona ciega o coja nadie le hace mala cara, a un tartamudo sí. ¿Por qué? Esta pregunta tiene su respuesta.

¿Cuál?

Primero, a la sociedad le falta información acerca de nuestra problemática. Segundo, siempre hemos sido el chiste fácil en los medios audiovisuales. Y tercero, nosotros mismos no hemos sabido defender lo que somos. En general, nos avergonzamos ante la gente.

¿Y cómo les afecta en el ámbito laboral?

Nos destroza. En una entrevista de trabajo, el tartamudo abre la boca y ya está eliminado. El mercado laboral no nos quiere. Y tenemos la misma valía que cualquier otra persona, sólo que tardamos un poquitín más de tiempo en decir lo que mismo que otro. Está claro que tenemos nuestras limitaciones, y entendemos que una persona con una tartamudez severa no puede ser controlador aéreo. Incluso yo soy partidario de que, si uno tiene una tartamudez grave, no pueda ser bombero o policía, porque en caso de emergencia no va a poder comunicarse con fluidez, y ahí peligra la vida de una persona. Pero con una tartamudez normal, pues sí. Y sin embargo, ahora la mayoría de tartamudos estudia informática para no hablar en su profesión.

La asociación tiene sólo un lema: «Respeta la tartamudez». ¿Cómo afectan las burlas a un tartamudo?

Muy mal, muy mal. Insisto: a un ciego o una persona en silla de ruedas la gente le deja paso e incluso le ayuda. Pero si yo pido una Coca-cola en un bar, todos fijarán la mirada en mí y alguno se reirá. Eso crea un sentimiento de inferioridad, un acomplejamiento que va haciendo mella en ti desde pequeñito. Ya he dicho que hay suicidios sociales por la tartamudez, y yo conozco a una persona que se intentó suicidar de verdad por esto. ¡Imagínate!

Especialmente dañinas serán las burlas para los más pequeños…

Mira: la tartamudez puede ser genética-biológica, psicológica y social. Puede tener un porcentaje de cada factor. Por ejemplo: un niño puede tener un 15% de su lenguaje tartamudo por genética. Pero luego, cuando los niños se le burlan en el colegio y él crece con vergüenza, depende de la identidad psicológica de ese niño podrá ocurrir que su tartamudez aumente a un 50, un 60, un 70%, o incluso llegar a decir «no hablo». Yo, por ejemplo, en el colegio me sabía la lección, pero cuando el profesor me preguntaba me tocaba callarme para que no se rieran de mí. Y llegaba a casa llorando, con sentimiento de culpa y sin entender por qué, sabiéndome la lección, no la podía decir. Porque yo, como tartamudo, siempre lo he tratado de esconder.

Pero ahora apenas se le nota la tartamudez. ¿Cómo la corrigió?

A mí me viene de herencia. Mi abuelo ya se trababa, y yo soy tartamudo desde nacimiento. Antes era muy tartamudo y me sigo reconociendo como tartamudo, porque me engancho. Pero en una reunión en Murcia, en 2004, vi a un sacerdote de Granada que dijo que había logrado corregir una gran tartamudez. «Don Emilio, de esa medicina quiero yo», le dije. Y me fui a Granada, estuve una semana haciendo ejercicios de respiración, vocalización, lectura, hablar lento y estar seis días prácticamente en silencio, que es muy malo. Después de aquello, fui mejorando.

Intervenir pronto es crucial.

Sí, pero el Servei Valencià de Salut no tiene buenos especialistas. Cuando llevas a un niño con tartamudez, algunos pediatras dicen que ya se le pasará. Otros lo mandan al otorrino. Otros lo envían al logopeda. Y otros, los pocos, lo mandan al psicólogo. Pero si no tenemos un buen psicólogo-logopeda que haya estudiado bien la tartamudez, será un fracaso total. Y por eso hace falta gente preparada. Además, el terapeuta ha de enseñar a los padres a tratar al niño. Hay que hablarle despacio, dejarlo hablar, no decirle nunca «tranquilo, respira, habla despacio», porque así lo estás evaluando y se da cuenta de que tiene un problema.

¿Qué consejo daría a un tartamudo agobiado con su problema?

Que contacte con otros tartamudos, porque esa persona se encuentra sola en el mundo y, al conocer a otros como él, se alivia. De hecho, en Valencia tenemos grupos de autoayuda para tartamudos, ¡y allí la gente escupe como cubos de basura! Se liberan de un miedo interior que sólo ellos saben lo que les hace sufrir. Mira: el otro día vino un chaval de 27 años con una tartamudez severísima que no bajaba ni a por tabaco. Se lo compraba el padre.

¿Cómo debe comportarse una persona ante otra tartamuda?

No haciendo caso de su tartamudez. Mirándole a la cara con normalidad y nunca decirle «habla más despacio, no te pongas nervioso, respira». Eso es contraproducente, porque el tartamudo nota que estás evaluando su forma de hablar, se pone más nervioso y tartamudea más. Y entra en un círculo vicioso. También molesta mucho que nos intenten acabar las frases. ¡A mí me las han intentado acabar y muchas veces he dicho: «¡Si yo no iba a decir eso»! Esas cosas molestan, como que te digan «tranquilo». ¿Tranquilo? ¡Pero si estoy tranquil0, sólo estoy tartamudeando!