A rey muerto -políticamente-, rey puesto. Alberto Fabra, alcalde de Castelló de 47 años, será el nuevo presidente de la Generalitat. Y lo será por decisión de Francisco Camps, que propuso el nombre de Fabra ante la Junta Directiva Regional del PP reunida de urgencia ayer por la tarde tras el anuncio de dimisión del inquilino del Palau. Los miembros de la dirección popular no votaron; simplemente aplaudieron la proposición hecha a puerta cerrada y mostraron así su conformidad con la última voluntad política de Camps. Bueno, la penúltima. Porque Camps también decidió, y el núcleo duro del partido aceptó por aclamación, que Alberto Fabra asuma asimismo la presidencia del PP de la Comunitat Valenciana. Tendrá todo el poder, el orgánico y el institucional.

Tras la reunión interna, las puertas de la sede popular se abrieron y el futuro presidente de la Generalitat compareció ante los medios de comunicación. Traje gris mal abrochado, camisa rosa y corbata a juego, ojos brillantes y rostro descolocado fruto del shock de las últimas horas, Alberto Fabra se presentó en su primer discurso como presidenciable con tres mensajes directos. El más importante fue cuando afirmó que "la hoja de ruta ya está trazada" y que él va a "seguir contando con las mismas personas que en este momento tienen responsabilidades, tanto a nivel de Gobierno como de grupo parlamentario en las Corts y de partido". El relevo en la presidencia de la Generalitat, que habrá de ser ratificado por las Corts con la investidura de Fabra antes de 15 días, no comportará ni crisis de gobierno ni remodelación del Consell más allá del Molt Honorable. Además, aseguró que piensa cumplir los trámites "lo más rápido posible" para ser elegido nuevo presidente del Consell. Hasta entonces, Camps podrá seguir en funciones como presidente de la Generalitat o bien delegar en su vicepresidenta, Paula Sánchez de León, según contempla la ley del Consell.

El segundo mensaje de Fabra fue de estadista. Con tono sereno y pausado, Fabra se presentó como "una persona que lleva 30 años de militancia, que desde 1991 es concejal de su ciudad y que se ha entregado a esa tarea de responsabilidad y de vocación de servicio que exigían esos cargos, y no ha hecho otra cosa que trabajar por los ciudadanos". Y eso mismo prometió: "Responsabilidad, austeridad y compromiso" de cara al futuro, confiado en "salir adelante", y en la seguridad de que "en estos momentos complicados" hay que "dar lo mejor de cada uno".

Un día de "pena, dolor y tristeza"

La tercera pata del discurso -y la primera en orden cronológico- se la dedicó a Camps. Fabra afirmó nada más tomar la palabra que era "un día complicado y difícil", lleno de "pena, dolor y tristeza", por la "difícil decisión" de una persona que "a nivel personal, [es] un amigo. Y a nivel político, un referente y un gran presidente de partido y de la Generalitat", que ha llevado al PP "al mayor número de diputados que cualquier partido podía soñar". Preguntado después si seguía creyendo en la inocencia de Francisco Camps, Alberto Fabra aseveró: "Creo en la inocencia de todas las personas hasta que no se demuestre lo contrario".

Al salir de la sede del PP, a la que había llegado el primero (antes de las siete de la tarde), Alberto Fabra recibió los aplausos del puñado de militantes y simpatizantes que aguardaban la salida de su nuevo líder. Pero antes de entrar al coche oficial, Fabra también oyó los cánticos y silbidos del medio centenar de indignados que se apostaron frente a la sede del PP y que, durante toda la tarde, brindaron con cava, lanzaron confeti y gritaron como en una final de Champions para celebrar la caída de Camps al grito de "Adéu, president adéu!".