El 5 de abril de 2002, Francisco Camps fue nombrado delegado del Gobierno en la Comunitat Valenciana. El president y hombre fuerte del Partido Popular en la Comunitat Valenciana, Eduardo Zaplana lo había tocado con la varita de los elegidos nombrándolo su sucesor. Tras unos meses haciéndose visible en la Delegación del Gobierno, Camps abandonó el cargo el 10 de septiembre para dedicarse de pleno a la candidatura a la Presidencia de la Generalitat valenciana.

Francisco Camps accedió a la presidencia de la Generalitat el 20 de junio de 2003. Y lo hizo arrasando con mayoría absoluta, al igual que en 2007 y 2011.

En su primer mandato, Camps vendió gestión, a lomos de la ola de «prosperidad», y grandes dosis de «valencianía», en contraste con su antecesor. Escenificó su apoyo al valenciano en la Declaración de Ares y juró ante «els Furs», dos grandes gestos de los que queda alguna polémica ley que se dice heredera del derecho foral y la reforma del Estatuto de Autonomía.

De su primer mandato destacan las inversiones en infraestructuras educativas, judiciales y sanitarias , aunque parte de ese esfuerzo inversor se derivaría hacia el sector privado. Son tiempos de bonanza y aumentan las inversiones útiles— 400 kilómetros nuevos en carreteras y 190 en autovías, ampliación de las líneas del metro y tranvía; depuradoras, residencias, etc.— pero también grandes proyectos y/o eventos más polémicos y discutibles. Se impone el «lo que faça falta» y así se sucede la 32 Copa América, el Palau de les Arts, la Ciudad de la Luz en Alicante, los auditorios para Torrevieja o Castelló,

el aeropuerto castellonense, etc.

Pese a los primeros avisos y reveses— la tragedia del metro, la crisis económica, el fin de la era dorada del ladrillo y la negativa imagen de la Comunitat Valenciana en Europa, el aumento galopante de la deuda... Camps parece inmune en su «eje de la prosperidad» y traslada hábilmente al Gobierno Zapatero la responsabilidad de todo lo negativo de su mandato.

Trasvases, Alta Velocidad, corredores mediterráneos, desaladoras, la Dársena. Todo sirve para derivar la atención hacia Madrid.

Los fastos de la visita del Papa, todavía en su primer mandato, enlazan con el tremendo gasto que genera el contrato de la Fórmula 1, cuya primera prueba se celebra ya en 2008. Es una huida hacia adelante. La crisis está servida y las dificultades económicas de la Generalitat son cada vez más evidentes. Las obras siguen, muchas de ellas por inercia, pero es el momento de los planes, de los grandes planes carentes de dotación económica presentados una y otra vez y de las nuevas leyes urbanísticas llamadas a mantener con un matiz renovado más que a resolver el abuso urbanístico que sustentaba la economía real de miles de valencianos.

Pese a todo, Camps gozó del favor de los votantes valencianos

, que han hecho de él su presidente más votado en la historia de la Generalitat. Su dimisión impide conocer la verdadera talla de Camps como gestor. Nunca sabremos si habría sido capaz de sobrevivir a cuatro años de arcas vacías y a un Gobierno en Madrid, el de Rajoy, al que dificilmente podría echarle la culpa de todo.