Raro es el pueblo valenciano que no cuenta con un gran manantial que trasciende el hecho físico de la surgencia de agua para alcanzar la categoría de seña de identidad, lugar de encuentro, escenario de leyendas o motor de su economía. La fuente de los 7, 20, los 25, los 50... caños es un topónimo repetido y recurrente por toda la geografía.

Sin embargo, la explotación desmedida e insostenible de los acuíferos que alimentan los manantiales han provocado en el último cuarto de siglo un constante declive que nada tiene que ver con las sequías o con la falta de lluvia y sí con la apertura de pozos.

A finales de los años 80, un estudio sobre las aguas subterráneas en la Comunitat Valenciana ya constataba «el agotamiento de algunos manantiales muy significativos» y añadía que las explotaciones de campos de pozos y de captaciones aisladas de gran rendimiento han producido mermas importantes en manantiales tan emblemáticos como los de Font Redona (la Llosa) Quart (Quart de les Valls), San Vicente (Llíria), Pou Clar (Onti­nyent), Molinar (Alcoi) y el Algar (Callosa d´En Sarrià).

Párrafos completos de este informe inicial han pasado intactos a documentos recientes, pero la realidad actual es bien distinta. Y peor.

Empeora la situación

Con el tiempo, la situación ha empeorado en casi todos los manantiales. Algunos están en la UVI y otros como el de Rozaleme —la «montaña de agua» de los árabes en Requena— ha desaparecido. Desde 2004, la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) dispone de una red de hidrometría que mide las aportaciones de casi un centenar de manantiales.

En algunos, el descenso de caudales es muy notorio mientras otros resisten. En Xàtiva, las fuentes de la ciudad, incluida la de los 25 caños, siguen manando gracias a la potencia del manantial kárstico de Bellús, al que en febrero de 1981 se le atribuía un caudal medio de 150 litros por segundo.

El Esquema Provisional de Temas Importantes del nuevo Plan Hidrológico del Júcar (EPTI) subraya esta realidad y propone «restricciones ambientales» en la explotación de los acuíferos para lograr el que constituye el objetivo fundamental de la Directiva Marco del Agua: «Alcanzar el buen estado de todas las masas de agua en año 2015 mediante el uso sostenible del recurso».

El EPTI recoge el valor de los manantiales y propone una «restricción medioambiental que incluye explotar el acuífero de forma que se mantengan o recuperen «los aporte mínimos» a las zonas húmedas y las descargas mínimas «a los manantiales más significativos, ya sean desde un punto de vista medioambiental o de uso».

Sin embargo, los colectivos ecologistas y los vinculados a la Nueva Cultura del Agua discrepan de esta visión y reclaman «un paso adelante».

Entre las alegaciones presentadas al EPTI en relación a las aguas subterráneas destacan las presentadas por Gregorio López Sanz en nombre de Ecologistas en Acción y la Asociación para la Conservación de los ecosistemas de la Manchuela. El profesor titular de Política Económica ha coordinado también un estudio sobre el declive de los manantiales que afloraban al Júcar y el Cabriel en esta comarca.

Asegura que la restricción ambiental en los acuíferos—masas de agua subterránea—deben incluir también «las descargas que históricamente se han producido a través de todos los manantiales y fuentes por su importancia ambiental, antropológica y económica».

Limitar los bombeos

De sus alegaciones se desprende que «la mejor manera» de constatar que se ha conseguido recuperar «el buen estado» cuantitativo y cualitativo que estipula la directiva marco del agua es lograr que los manantiales y fuentes vuelvan a brotar. En su opinión, la restricción medioambiental « obligaría» a limitar los bombeos «a los estrictamente necesarios para garantizar un uso urbano tradicional de las poblaciones asentadas sobre estas masas de gua subterránea».

Es preciso establecer una restricción medioambiental muy superior a la propuesta por el EPTI , declara, explica y rechaza «considerar solo los manantiales que actualmente tienen mas valor ambiental o se dedican mayoritariamente a consumo humano: es preciso recuperar todos sobre los que existe constancia y testimonios de que han manado agua, aunque hoy en día muchos de ellos se encuentren secos». «Estabilizar» un acuífero «no es recuperarlo», concluye.

Javier Ferrer, responsable de planificación de la CHJ hasta hace unas semanas, valora el enfoque conservacionista, aunque cree que la propuesta de Ecologistas en Acción haría «inviable» cualquier uso de los acuíferos. «Depende del lugar donde corte el acuífero la surgencia», pero si aplicamos la medida a los manantiales más próximos al nivel superior del acuífero no podría sacarse ni un litro y eso es inviable».

Recuperar la fuente y los «espacios de vida» asociados

Al utilizar masivamente el agua procedente de los acuíferos por encima del nivel de la recarga natural, el descenso de los niveles piezométricos (acuífero) es inevitable y el agua deja de manar en los manantiales que lo interceptan a un nivel superior. El problema ya no es solo que una fuente deje de manar, sino que impide que el agua corra «por regueros de vida» hasta llegar al cauce principal. Según Gregorio López, autor de un estudio sobre los manantiales del Cabriel y el Júcar, se provoca un daño ambiental «irreparable». «Si por el contrario , cesan los bombeos de aguas subterráneas para regadío y en su lugar utilizamos el agua moderadamente a partir de los cauces de los ríos—derivandola desde pantanos o azudes ya existentes— los niveles piezométricos aumentan y se recuperan los nacimientos de fuentes y manantiales, así como los espacios de vida asociados a los mismos».

j. S. valencia